Ateísmo democrático

01/03/2017

Josep M. Orta.

Lo peor que le puede pasar a una democracia es que los ciudadanos pierdan la fe en el sistema y en sus instituciones . Esto es lo que está sucediendo en buena parte de los españoles. Con razón o sin ella -las sensaciones son libres- son muchos los que creen que la montesquiana división de poderes en este país ha pasado a la historia.

Recientes sentencias judiciales han sembrado no pocas dudas sobre la independencia judicial y la máxima que todos los ciudadanos son iguales ante la ley. O más bien parece que unos ciudadanos son más iguales que otros (como diría Orwell). La absolución de la licenciada infanta Cristina contrasta con la condenatoria por los mismo motivos -con el calificativo de “capo mafioso”- en la sentencia del catedrático del fútbol Lionel Messi, del que muchos dudan que en su vida haya leído un libro. Es sólo un ejemplo reciente.

Llama la atención algunas sentencias que condenan -muchos años después- a penas de cárcel por livianos pecados de juventud mientras que los delincuentes de guante blanco normalmente se van de rositas o, recurso tras recurso, postergan su condena. La prueba está que no es noticia que un pequeño delincuente entre en prisión y sí lo es cuando -excepcionalmente- es un gran empresario quien entra en la cárcel.

No sale mejor parada la confianza que la opinión pública tiene en su clase política. Los problemas de corrupción afectan a todos los partidos que han gobiernado, así como la coincidencia que se ha de combatir esta lacra. Pero a la hora de la verdad son muy duros con los pecados ajenos y muy benignos con los propios. Incluso cuando proclaman su fe en la justícia no pueden contenerse cuando su actividad les afecta a ellos, baste recordar los lloros en el PP cuando un juez ordenó el registro de su sede -parecidos a los de CDC cuando sufrió un episodio similar-o los de los socialistas en la imputación de Chaves y Griñan… sólo son botones de muestra.

Cómo no van a sentirse timados los pensionistas, que tras toda una vida laboral cotizando para garantizarse un nivel de vida digno en su jubilación, ahora se sienten timados cuando anuncian problemas en el fondo de pensiones y ven como año a año su poder adquisitivo va menguando. Este año pocos han visto incrementar su pensión más de cinco euros.

No salen mejor parados en la confianza en el sistema las grandes empresas, entidades bancarias y la iglesia católica, que los pocos que aún leen periódicos contemplan como la mayor parte de la legislación beneficia a sus actividades. Y la indignación va en aumento cuando el país sufre recortes en los servicios básicos o padece una carga impositiva desmesurada (mientras otros, gracias a la ingenieria financiera, parecen tener carta libre para esquivar al fisco cuando no acuden a paraisos fiscales).

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