Fin de fiesta en la taberna de Iglesias

22/03/2017

Luis Díez.

Después de contribuir a las dos últimas derrotas parlamentarias del Gobierno para que respete los derechos de los estibadores en la liberalización de los puertos, sobre los que se cierne la acción especulativa de los fondos de inversión desde Londres y Nueva York, y para que reconsidere los preceptos más feroces de la «ley mordaza», el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, anunció solemnemente en el pleno del Congreso de este miércoles que apoyará los Presupuestos del Estado para el año en curso. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no se lo agradeció expresamente, aunque aceptó su condición de desarrollar con mayor entusiasmo el «corredor Mediterráneo», una obra prioritaria a nivel nacional y europeo para personas, animales y cosas, o, si lo prefieren, para el comercio, la industria y el turismo, a la que se asignará mil millones de euros este año.

Aprovechó Rivera su pregunta a Rajoy para matizar la acusación del presidente del Eurogrupo, el socialista holandés Jeroen Dijsselbloem, de que los países del sur nos gastamos todo el dinero en alcohol y mujeres, y luego pedimos ayuda. «No lo hemos gastado en fiestas, alcohol y mujeres, eso no es cierto –dijo Rivera–, sino en corrupción, radiales sin coches, aeropuertos sin aviones y trenes sin pasajeros». Citó los 60.000 millones de euros del rescate de las cajas de ahorro, los 5.000 de las radiales y la nueva factura de 1.500 millones de euros de las concesionarias de la AP-7. Por economía de tiempo no mencionó el coste para todos los españoles del telúrico Castor, aquel depósito de gas natural en las cuevas subacuáticas de la costa de Castellón, concedido a la constructora ACS en la época de ZP con unas cláusulas tan leoninas como todas las demás, que nos han acabado costando otros 1.350 millones de euros.

Rajoy consideró exageradas las apreciaciones del socio Rivera. «Algo bueno se ha hecho cuando este es el país con las mejores infraestructuras de Europa», dijo antes de comprometerse a seguir dando prioridad a la inversión en el corredor Mediterráneo. Para contestar al señor Dijsselbloem se bastó su otrora competidor Luis de Guindos. El titular de Economía lamentó el desenfoque de su colega holandés, calificó de «desafortunadas» sus declaraciones y dijo que espera que se haya arrepentido. La socialista andaluza y vicepresidenta del Congreso, Micaela Navarro, espera algo más: «Que no tarde un minuto más en presentar la dimisión».

Después de Rivera, su número dos, Juan Carlos Girauta, pidió cuentas al ministro de Hacienda y Función Pública, Cristobal Montoro, sobre el compromiso del pacto de investidura de recordar gasto público en duplicidades administrativas por valor de mil millones de euros este año. «La vaca de la clase media ya está ordeñada, el limón ya no se puede exprimir más con subidas de tarifas e impuestos; trabajamos más de medio año para el leviatán (monstruo mitológico), para el Estado, para usted, que es la cara del Gobierno», le espetó. Montoro le contestó con la promesa de enviar a la Cámara el plan de supresión de «gastos ineficientes», aunque básicamente, las duplicidades detectadas por la autoridad fiscal independiente se refieren a la digitalización de las administraciones públicas.

Entonces Girauta secundó a Rivera y enumeró varios derroches y sobrecostes que van desde la Caja Mágica de Madrid a la Ciudad de la Cultura en Compostela, pasando por la Expo de Zaragoza, sin olvidar la Ciudad de las Artes de Valencia. Montoro quiso explicar que los signos visibles de la fiesta o de esos «premios gordos de la lotería», como prefirió llamarles Girauta, son ajenos, anteriores al control del gasto implantado por el Ejecutivo del PP, pero le faltó tiempo. La presidenta Ana Pastor es implacable con el reloj y no perdona ni a su amigo Rajoy, quien se vio sorprendido por la noticia que le dio Pablo Iglesias de que ya tiene mayoría suficiente para aprobar el Presupuesto con C’s, el PNV, Coalición Canaria y el diputado de Nueva Canaria coaligado con el PSOE.

La mención negativa del PSOE, empujándolo a la derecha, era lo que en realidad quería resaltar el jefe de Podemos. Además acusó a Rajoy de abusar del veto a las iniciativas de la oposición. Éste le contestó que el artículo 134.6 faculta al Gobierno a vetar las iniciativas que desborden el gasto público y le recordó la obligación del Ejecutivo de preservar el rigor de las cuentas públicas. Pero Iglesias, ávido de titulares y cortes tonitonantes de televisión, replicó, previa invocación de Lope de Vega, con un lenguaje tabernario, según el cual, a Rajoy «le importa un huevo, un rábano, un pepino… O me la pela, me la refanfinfla, me la bufa… el informe de los letrados sobre el papel del Parlamento y la división de poderes». Rajoy evitó el ínfimo nivel y le aseguró que «ninguna disconformidad del Gobierno obedece a motivaciones políticas».

Dado que, previamente, el socialista Rafael Hernando había empleado su tiempo en recordar a las víctimas y destacar el triunfo de la democracia y de la sociedad española sobre los terroristas de ETA, que el próximo 8 de abril han anunciado la entrega de las armas, la sesión recordó de alguna manera los títulos de dos novelas de Hemingway y tuvo algo de fin de «Fiesta» y «Adiós a las armas». La coda llegó del Tribunal Supremo, con la inhabilitación por un año y dos meses del independentista catalán y portavoz del PEDCat, Francesc Homs, quien debe abandonar el Congreso, y el prólogo lo puso el jornalero Diego Cañamero, mostrando dos carteles: uno de su colega Andrés Bódalo, en prisión por agredir a un concejal del PSOE, y otro de Iñaki Urdangarín, en libertad. El gesto del diputado de Podemos le valió algún abucheo, «fuera, fuera, payaso», desde los escaños de la derecha.

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