El informe anual sobre las actividades de supervisión del Banco Central Europeo, correspondiente a 2016, del ejercicio 2016, deja muy claro que el supervisor continuará mirando con lupa los créditos problemáticos de la banca. Aunque reconoce que las entidades están haciendo esfuerzos por digerir el ‘ladrillo’ y otros activos ‘tóxicos’ acumulados en los años previos a la crisis, todavía suponen una losa de 921.000 millones de euros en el tercer trimestre de 2016.

La media ponderada de las ratios de créditos dudosos brutos de las grandes entidades europeas, las que supervisa directamente el BCE, se situó en el 6,49%, frente al 7,31% del tercer trimestre de 2015, con una reducción de 54.000 millones de euros.

La losa pesa más en Grecia, con un 47,05% de créditos dudosos sobre el volumen total. España está por debajo de la media europea, con un 5,86%, pero muy lejos del 2,44% de Alemania o el 3,92% de Francia.

“Los préstamos dudosos son como un peso muerto en los balances de las entidades de crédito: reducen sus beneficios y limitan su capacidad para conceder crédito a la economía”, subraya  Danièle Nouy, presidenta del Mecanismo Único de Supervisión (MUS) del BCE. Y «hacen que los bancos afectados sean más vulnerables frente a cambios en el sentimiento de los mercados”.

Por tanto, los bancos deben redoblar esfuerzos para “sanear sus balances” promoviendo “la coherencia en la reestructuración y la refinanciación, el reconocimiento, la dotación de provisiones y la divulgación de información” sobre créditos dudosos.

A las entidades con altos niveles de créditos problemáticos se les ha exigido que fijen “objetivos concretos para reducirlos”.

Pero no es todo cuestión de los bancos. “La celeridad con la que un banco puede reducir su nivel de préstamos dudosos también depende de los sistemas jurídicos y judiciales nacionales”, advierte Nouy, que critica que la burocracia de algunos sistemas impide que esta carga se reduzca con rapidez.

Brexit y Fintech, otras preocupaciones

Además de los créditos problemáticos, el BCE señala como otras fuentes de preocupación los efectos derivados del Brexit y la eclosión de las Fintech.

Para reforzar sus mecanismos de vigilancia sobre el sistema financiero europeo, el BCE creará este año más de 145 puestos de trabajo adicionales a jornada completa para las actividades relacionadas con la supervisión, que se añaden a los 160 de 2016.

El año pasado el BCE puso en marcha el primer programa de formación en prácticas para crear una ‘cantera’ de jóvenes dedicados a la supervisión de la banca.