La máquina sin alma

31/03/2017

José Antonio Campos y María Martín. Allá por 2008, saltó a los titulares la noticia de que Dreamworks había comprado los derechos del manga Ghost in the Shell. Muchos pasaron las páginas obviando aquello, sin embargo, en el mundillo otaku se recibió el anuncio con una expectación desmedida.

 

Pasaron los años, y por los artículos circularon los nombres de productores, actores o guionistas que se iban tachando uno a uno de las listas que creaban los fans de la película original. Hasta que, en 2014, seis años después, las revistas especializadas se llenaron de mayúsculas y negritas para anunciar que Scarlett Johansson había sido fichada para encarnar el papel principal de la película: La Mayor Kusanagi.

Desde ese momento la película no se bajó casi ningún mes de los tabloides gracias a las diferentes noticias acerca de los nuevos fichajes o de las polémicas que envolvieron a la producción por el «blanqueo» del personaje principal. Para los menos familiarizados con el término, el «whitewashing» se refiere a las controvertidas decisiones de casting consistentes en convertir en hombres o mujeres caucásicos personajes de otras razas. El cortometraje titulado Ghost in the Shell Pso, íntegro en YouTube, de los cómicos Chewy May y Jes Tom ayuda mucho a hacerse una idea sobre dicho problema. Tras un año de rodaje, el estreno está a la vuelta de la esquina y las imágenes que se han ido haciendo públicas no han dejado a nadie indiferente.

Una de las primeras reflexiones, casi obligadas, después de ver la película es cuestionar las elecciones relativas a la adaptación, y modificación, de la historia original. Sin embargo, tras unos minutos de reflexión, podemos llegar a la conclusión de que no estamos siendo del todo justo con lo que el director, Rupert Sanders, ha plasmado en la pantalla. La fotografía es espectacular y el Tokyo futurista que se nos ofrece es digno heredero de la ciudad de Los Ángeles que con tan buen tino reproduce Ridley Scott con su maravillosa Blade Runner, de la que bebe a grandes sorbos.

Además, con la escena inicial de créditos, se nos hace una clara referencia al anime del año 1996 mostrándonos el proceso de ensamblaje de la que va a ser la protagonista central de la historia, la Mayor Mira, encarnada por Scarlett Johansson. La actriz, cada vez más acostumbrada a los papeles de acción, se desenvuelve con soltura en su papel, dotando a su personaje de una dureza y una determinación que se nos hacen creíbles desde el principio.

Muy pronto en la historia la investigación principal de la trama comienza a desmadejarse, obligando al espectador a estar atento. Y es que, a pesar de que la historia es bastante convencional, es posible que los menos acostumbrados al género puedan perderse lo más interesante de la cinta.

Volcar la historia original sin tapujos en el live action era lo que más preocupaba al público fan. La fuente referenciada pugna por obligar al espectador a preguntarse cuestiones filosóficas relativas a la vida, la identidad del yo, la existencia del alma más allá del cuerpo o la posibilidad de la aparición de una Inteligencia Artificial con conciencia de sí misma. Sin embargo, el guión que firman Jamie Moss y Ehren Kruger, deja un poco de lado todas esas cuestiones y se centra un poco más en la parte detectivesca, en la que un asesino llamado Kuze se obsesiona con la empresa Hanka Robotics y promete acabar con la vida de todos aquellos que trabajan para ella. Mira será la encargada de investigar los orígenes de Kuze y su obsesión con dicha empresa. La cinta avanza a través de estos interrogantes y a los de la propia Mira, que tras cada enfrentamiento con él va planteándose sus propios orígenes, ya que ella misma ha sido creada gracias a los ingenios de dicha empresa.

La decisión de dejar atrás el alma —nunca mejor dicho— de la fuente original en pos del público mayoritario y centrarse más en lo visual de los efectos, en una trama más bien correcta —quizá ya vista en otros filmes—, es algo que lastra la cinta. Sobre todo, en los primeros cuarenta minutos, ya que la trama avanza un poco a trompicones sin saber muy bien si quiere mostrar las preguntas de la Mayor Mira acerca de su propia identidad o si lo que realmente importa es mostrar lo relativo al asesino y las escenas —maravillosa todas ellas— de acción, que no son pocas. Al final, la decisión de centrarse más en la relación policía-criminal hace que todo se nos antoje demasiado manido y poco original y el final que se nos presenta sea demasiado obvio por lo fácil de su desenlace.

Aún así, y con todos los contras enumerados, la película hace gala de unos efectos especiales más que aceptables, un argumento sencillo, aunque sólido —que a pesar de todo da lugar a ciertas preguntas— y unos personajes que, a falta de mayor desarrollo, cumplen con lo que se les exige en pantalla. A destacar, por supuesto, la presencia de “Beat” Takeshi Kitano, que en las cuatro escenas que abandera lo hace con una solvencia y una presencia que ofusca todo lo que le rodea en pantalla. También, por supuesto, las decenas de homenajes a la cinta original, comenzando por los créditos y terminando por las razones del cambio de nombre de la protagonista, un gran guiño al fan del manga.

En definitiva, una cinta más que aceptable, altamente disfrutable, pero que probablemente a los más exigentes les deje con la miel en los labios y con la sensación de lo que pudo ser y no fue, aunque no se arrepientan de su visionado.

 

 

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