Rufián y los conspiradores

06/04/2017

Luis Díez.

Se enfundó uno de sus trajes de faena (azul, con camisa blanca –que da credibilidad– y corbata añil), se santiguó al salir de casa, llamó a Marcelo (su ángel de la guarda) y acudió al interrogatorio de sus colegas parlamentarios en calidad de «imputado político». Debía responder sobre aquella conversación privada que mantuvo en su despacho de ministro del Interior con el jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso, sobre la investigación a los políticos independentistas catalanes presuntamente corruptos con el fin de destruir su reputación. En realidad, mantuvo dos encuentros con el mencionado De Alfonso (magistrado de carrera que ahora ejerce de juez en Cantabria): uno el 2 y otro el 16 de octubre de 2014, cuando ya el desleal con España y su Constitución, Artur Mas, se había colocado al frente de la manifestación independentista. Y ya es mala suerte que una grabación de su conversación llegara a un medio de comunicación y se conociera dos años después, en pleno proceso electoral.

¿Qué podía decir él, un hombre operado de un cáncer de hígado hace seis meses, que ha sufrido una larga convalecencia a base de quimioterapia, radioterapia y fuerte medicación; una persona que ha servido a España con honor y patriotismo, como bien destacó su compañero de partido, el exalcalde de Motril (Granada), Carlos Rojas García, buen letrado y cultivador de chirimoyas? En primer lugar negaría que él hubiera ordenado grabar las conversaciones en su despacho. «Eso nunca lo haría». En segundo lugar juraría que «nunca jamás» utilizó los servicios policiales para «espiar» a ningún partido político, sea independentista o unitario. «España no es Corea del Norte y aquí no se hacen esas cosas, oiga». En tercer lugar se haría pasar por «víctima de una conspiración», con una «extraña filtración interesada» en destruirle a él y a su partido.

Ese era el guión y lo siguió sin desviarse un milímetro. Por supuesto que los portavoces de la oposición reclamarían detalles sobre sus palabras y las de su interlocutor, pero él seguiría la máxima del gran novelista del espionaje, el católico inglés afincado en Niza (Francia) Graham Greene, de no entrar en detalles cuando mientes. «No he escuchado la grabación», diría. Lástima que en este punto sufriera un traspiés y tuviera que aclarar que la expresión «ya lo afina» (la Fiscalía) no fuese tal, sino «ya en fin». Y lástima también que se viera obligado a reconocer que iba de farol cuando dijo a De Alfonso: «El presidente lo sabe». En este punto, para no comprometer a Mariano Rajoy, aclaró: «Oiga, no es lo mismo una conversación coloquial que una intervención pública, del mismo modo que no es lo mismo estar en chándal en casa que venir aquí en chándal. Eso lo entiende cualquiera».

Firme en su papel de «víctima de una conspiración», el exministro Jorge Fernández Díaz acabaría pidiendo a la comisión que no le investigue a él, sino que oriente sus pesquisas a descubrir a los conspiradores, es decir, a investigar quién grabó y quién filtró las grabaciones. ¿Fue el director adjunto operativo de la Policía, el comisario Eugenio Pino? ¿Fue el jefe del gabinete de ese Pino, el inspector José Ángel Fuentes Gago? ¿Fueron otros policías o agentes secretos vinculados a éstos? «No lo sé, tengo mis sospechas, pero no tengo pruebas», dijo. Luego ya, para dejar sentado que su actuación no contiene el menor atisbo delictivo («Ni he prevaricado ni he utilizado a la policía con fines políticos», diría) apeló a la resolución del Tribunal Supremo que desestimó las querellas de seis partidos políticos y las de Artur Mas, expresidente de la Generalitat, y Xavier Trias, exalcalde de Barcelona.

Así de romo y opaco habría quedado el asunto del «España nos espía» que, sumado al «España nos roba» (Jordi Pujol dixit), sirve de combustible al independentismo, si no hubiera sido por el ensañamiento del portavoz de ERC, Gabriel Rufián, con el que fuera jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña, el mencionado De Alfonso. El diputado dio las buenas tardes a todos «menos a los Vito Corleone y Luca Brasi que tenemos aquí», en alusión al compareciente, al que, como «creyente» que es, recordó el «no mentirás» e inmediatamente inquirió: «¿Le da a usted vergüenza?» Y le tachó de «corrupto» y «conspirador». Le preguntó si sigue conspirando en su plaza de magistrado en Cantabria, a lo que éste, respondió irónicamente: «Si, todos los días».

La crudeza del interrogatorio de Rufián, siguiendo con los personajes de la novela de Mario Puzo, fue encajada con disgusto por De Alfonso, que dijo desconocer quién actuó como Peter Clemenza en El Padrino (segunda parte), «¿el comisario Pino, el excomisario Villarejo, el inspector Gago?» Acto seguido, el diputado acusó al compareciente de ser «un mamporrero más del ministro». El presidente de la comisión, Mikel Legarda, del PNV, le llamó al orden por segunda vez. Entonces Rufián sustituyó el término «mamporrero» por el de «lacayo», y puesto que De Alfonso dijo haberse reunido con el líder de ERC y vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, le instó a explicar de qué hablaron. «Usted que es tan gallo, tenga agallas y cuéntelo». El compareciente le contestó: «Lo que no soy es gallina», pero evitó desvelar el contenido del encuentro, aunque al final del interrogatorio recordó en catalán la frase de Junqueras: «Daniel, tu sabes cuanto te queremos, ¿verdad?». La despedida de Rufián fue bien diferente: «Hasta pronto, gánster, nos vemos en el infierno», le espetó. Ni que decir tiene que la potencia del espectáculo emborronó todo lo demás.

¿Te ha parecido interesante?

(+2 puntos, 2 votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.