‘Marco Aurelio’: Hagiografía dialogada

08/04/2017

Luis M. del Amo. El Festival de Mérida en Madrid acoge los últimos días del Emperador Filósofo.

Marco Aurelio, el emperador filósofo, uno de los exponentes del estoicismo, autor de las ‘Meditaciones’ y heredero, por la vía de la adopción – una tradición que él mismo se encargaría de romper a su muerte – de la dinastía de los Antoninos, llega esta semana al madrileño Teatro Bellas Artes, dentro de la programación del Festival de Mérida en Madrid que presenta en la capital una parte del cartel del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.

La tragedia, el debut teatral de su autor, Agustín Muñoz Sanz, centra su atención en los últimos días de la vida del emperador filósofo. Agobiado por la enfermedad y los problemas del Imperio, Marco Aurelio repasa su vida en escena, atosigado, de un lado, por las dudas en torno al valor de Cómodo, su hijo, designado para sucederle, y por otro, no solo por los problemas del Imperio, sino también por la presencia fantasmal de sus familiares más queridos que, en febril procesión, acuden convocados por las drogas administradas por el doctor Galeno a la mente del moribundo Emperador.

Con este telón de fondo, el autor Muñoz Sanz, médico y escritor, debutante en la escritura dramática y admirador ferviente de la obra de Marco Aurelio, construye un vehículo dramático sobre el cual montar el engranaje compuesto por esas ‘Meditaciones’ marcoaurelianas en torno a la vida y la muerte.

En primer lugar, hay decir que el empeño del autor por llevar a escena el pensamiento del autor es correcto. Las reflexiones del antonino se desgranan de forma lúcida y ordenada sobre las tablas. Y llegan nítidamente al espectador. Una tarea nada fácil, por cierto.

Ahora bien, el problema fundamental de la obra se esconde en otro lado. Que no es otro que su columna vertebral, por desgracia. ¿Cuál es el conflicto? ¿Qué o quiénes se oponen a Marco Aurelio? ¿Cómo se desarrolla? Son esas preguntas que el espectador no podrá responder, lamentablemente.

Sin espinazo dramático

La falta de conflicto dramático deja lastrada la obra sin remedio. Apenas transcurrido un tercio de la obra, esta carencia amenaza ya el espectáculo, herido de muerte. Y poco puede hacer su protagonista – el gran Vicente Cuesta, acertado siempre en su encarnación del Emperador –, ni el resto del elenco, cumplidor de su papel.

Estancada por esta falta, la obra se detiene. Y en lugar de configurarse como fuerza de oposición, los problemas que amenazan los últimos días de Marco Aurelio – “muerte, peste, guerra”, como recuerda el coro; o la inutilidad manifiesta de su heredero Cómodo –, se conforman con ser apenas un tenebroso telón de fondo. Al frente del cual, Marco Aurelio largará monólogo tras monólogo.

Un intento loable, en resumen, aunque reservado a los amantes de la filosofía, de llevar a escena la vida de Marco Aurelio, que ve minada su eficacia por falta de un espinazo dramático.

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