En esta nueva versión del ‘todo el poder para los soviets’, Zapatero esgrime el ‘toda la culpa para la crisis’ como si nada tuviera que ver con el batacazo cuál ha sido la gestión de la misma desde Moncloa. Es verdad que casi cinco millones de parados pesan como una losa delante de una urna ─aunque más pesa levantarse sin saber cuál será tu futuro─ pero no menos veraz es que las reformas iban a ser el bálsamo de fierabrás que no ha sido. Cuando uno irrita por un lado a los asalariados que todavía quedan en nómina con recortes y amenazas sobre sus pensiones y, por otro, tampoco contenta a quien busca trabajo y no lo encuentra pasa lo que pasa. Es decir, que muchos alcaldes reciben en su trasero los puntapiés de los que, por el momento, se libran otros. Y, por supuesto, no incluyo a la aspirante Chacón porque ya se sabe que ella analiza los cataclismos electorales como si en vez de ministra socialista fuera una turista de visita en la La Granja de San Ildefonso ¿Elecciones? Bueno, yo siempre he sido más de pescado que de carne. Y de ahí no sale.

Aunque se pueda antojar injusto pagar los platos que han roto otros no lo es tanto cuando, al menos en los grandes feudos, como mínimo el silencio si no el estruendoso aplauso han sido la respuesta ante tanto atropello social perpetrado en el nombre de un bien común que ni está ni se le espera. Sería falso decir que los decretos del BOE no han servido para nada. Todo lo contrario. Han sido mano de santo para desenmascarar una política que ha renegado de los postulados de la izquierda para estrellarse con las recetas de la derecha. Quiero pensar que por falta de costumbre. Y todavía uno lee con estupefacción, que aún le queda a pesar de la edad, que algunos dirigentes socialistas achacan buena parte del fracaso a la deriva izquierdista de Zapatero. Esto está bien. Que no se pierda el humor a pesar del desastre.

No fue el caso del propio Zapatero ni de quienes le flanqueaban en la noche electoral con un rictus que no invitaba a pensar que les acabaran de contar el último chiste de Lepe. Con el casi infinito censo de analistas electorales que hay en España, algunos de los cuales hasta tenemos un cuarto de hora de master CCC en sociología política, no ha faltado quien ha elogiado que el presidente del Gobierno diera la cara para encajar la derrota. Lo que me pregunto es si le quedaba otra opción como, por ejemplo, convocar de nuevo elecciones hasta que las ganara o si las explicaciones a los pésimos resultados del PSOE en vez de darlas su secretario general lo debería hacer el Orfeón Donostiarra ya que, al ser muchos, se diluyen las responsabilidades.

Y si no para eso está de nuevo la crisis que igual sirve para un roto que para un descosido. Por ejemplo para que el alcalde de Madrid justifique haber perdido más de cien mil votos y tres concejales mientras que, con la misma adversidad económica, Aguirre le saca más de cuarenta mil en Madrid y, de paso, deja a don Tomás Gómez explicando lo del copago puerta a puerta como los testigos de Jehová. En sus ratos libres, siempre mejor pedir que robar, propone pactos a la misma Izquierda Unida que ninguneaba y menospreciaba en los debates porque, según él, sólo había dos partidos capaces de asumir el timón político de la Comunidad de Madrid. Tenía razón. Y si le dan tiempo, porque la arrogancia, como los airbags, ya viene de serie, ninguno de los dos será el suyo. Siempre ha pasado por ser un hombre trabajador y tenaz.