Llanto en el Senado por la muerte de FEVE

20/04/2017

Luis Díez.

Además de bostezar de aburrimiento, ese lujo de cámara lenta que llamamos Senado se va a ocupar la semana entrante de un asunto territorial de mucho interés cual es la muerte, también a cámara lenta, de los Ferrocarriles de Vía Estrecha (FEVE). Dicen los socialistas en una moción contra la desidia y el abandono de la apreciada y preciosa red ferroviaria del Norte de España que en los cinco últimos años, FEVE ha perdido 2,4 millones de viajeros. Y detallan que si esas líneas centenarias de transporte fueron utilizadas por 8,47 millones de personas en 2011, el año pasado solo 6 millones viajaron en los trenes de FEVE.

¿Por qué ocurre esto? ¿A qué podemos atribuir tamaño descenso en un servicio de transporte que durante décadas ha sido tan útil para romper el aislamiento en el que una España radial dejaba a las comarcas del norte de Castilla y León –sobre todo Palencia y León– para buscar su salida al mar y también para comunicar la cornisa Cantábrica entre sí, desde el Miño al Bidasoa? Sostiene el senador leonés Graciliano Palomo que las principales causas de la pérdida de usuarios son la escasez de personal, sobre todo de maquinistas, y el mal estado y peor conservación del material.

Se comprende que los usuarios prefieran otros medios de transporte, sobre todo el autobús de línea (no confundir con los de propaganda barata) y eviten, si es que pueden, la aventura de ir en tren y llegar tarde a todas partes por mor de las frecuentes averías. Si para quienes viajan en los trenes de alta velocidad el tiempo es oro, no sabemos por qué ha de ser escoria para quienes lo hacen en los trenes de vía estrecha.

Cita Palomo (no confundir con el periodista marianista) como ejemplo de la desidia y el abandono el hecho de que en León no se hayan rematado las obras de remodelación de las línea de viajeros desde hace cinco años y se les obligue a apearse del tren a varios kilómetros de la céntrica estación tradicional. Hasta Guzmán el Bueno arremetería si pudiera contra los responsables de ese maltrato a miles de personas de humilde condición.

Y añade el mencionado senador que los problemas por la falta de servicio de la línea afectan a las zonas de la montaña oriental leonesa y palentina y configuran una «situación desastrosa» en otras zonas con mayor densidad de viajeros como Vizcaya, Cantabria y, muy especialmente, Asturias y el tramo Gijón-Ferrol, especialmente a partir de Ribadeo. Ahí nos encontramos con las mayores deficiencias en la infraestructura y los «trasbordos sistemáticos» de viajeros a taxis y autobuses.

El bien intencionado Palomo pretende despabilar a sus colegas de esa cámara de relajación con la denuncia de la «condena a una muerte lenta» de esas líneas de vía estrecha que todavía surcan las «comarcas geriátricas» y «mineras en declive», es decir, las tierras de la vejez y el abandono. Se ahorra, el senador, la descripción de la falta de interés por la baja o nula rentabilidad y porque en la reposición del capital con dinero público (empleo, obras y máquinas) el margen porcentual para el pillaje no es comparable en fluidez y abundancia al que se deriva de las líneas de alta velocidad, que además modernizan el país.

Aunque la moción sea convenientemente rechazada por aquello de que donde no hay mata no hay patata (ni agua del Canal de Isabel II para regarla), la pretensión de recuperar la gestión «plenamente diferenciada» del servicio público de FEVE tras «los nefastos resultados de la integración en Renfe» y de que sea declarada como «un servicio público obligado», de acuerdo con la ley de hace dos años del sector ferroviario, resulta tan voluntarista como encomiable, pues tras el abandono y la pérdida de usuarios, la pregunta es ¿quién paga el tren aunque sólo lleve un vagón y le llamen «la unidad»?

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