Los libros de san Jorge

24/04/2017

Josep M. Orta.

En Catalunya el dia de Sant Jordi es sinónimo de libros y rosas. Es la gran fiesta catalana cuando la gente inunda las calles comprando libros. En el resto de España también es el día del libro y confío que los libreros también hagan su agosto.

Ha pasado san Jorge, las rosas se han ido marchitando mientras que libros esperan ser leídos. Pero una cosa es cumplir con el ritual y otra usar los objetos adquiridos para que cumplan su función. Y su función no es almacenar polvo en las bibliotecas o servir de adorno en las estanterías, sino leerlos. Me temo que muchos de los ejemplares que en los sucesivos días de libro continúen tan vírgenes como el día que se compraron dada la poca afición que según las encuestas los españoles tenemos por la lectura, aunque haya una minoría muy activa que los devora.

Un librero de pueblo, de los de toda la vida, de aquellos que conocían el contenido de los libros y el gusto de sus clientes, persona culta que gustaba de la tertulia y del contraste de pareceres, me transmitía la sensación que los libros que vendía en el día del libro “son libros para no leer, bastaba ver el criterio con que los compran”.

A esta anécdota añadiría otra que me sucedió en una oficina bancaria cuando los bancos aún regalaban libros el 24 de abril. Una señora preguntó al cajero “no dan otra cosa, aún tengo el libro del año pasado”.

Conclusión de perogrullo: los libros son para leer. Aunque advierto a los no lectores que cuando te vicias la lectura es como una droga y que para muchos también es un placer ver un libro deteriorado por su uso.

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