‘Buffalo’: Diamante en bruto

26/04/2017

Luis M. del Amo. El guionista David Barrocal escribe y dirige una comedia de redención en torno al 'country'.

A veces una idea feliz encuentra el coraje suficiente para materializarse. Este es el caso de Buffalo, la comedia a ritmo de country estrenada en la sala pequeña del Lara. Con una producción muy cuidada en los aspectos externos (página web…), el montaje muestra sin embargo algunas carencias muy significativas que minan su eficacia.

La acción se estructura en un solo espacio central, dominado tan solo por unos pocos fardos de paja. Hay que comenzar diciendo que el escenario del Lara se muestra absolutamente insuficiente para albergar la representación. Demasiado pequeño, los grupos de actores aparecen amontonados. Y la dirección tampoco acierta al colocar a sus intérpretes.

El problema más significativo en este sentido se detecta en el recurso de Jack Jamison, un cantante de country que interpreta algunas canciones en directo. Este fantástico recurso queda diluido por su falta de integración con el resto del espectáculo. Se supone que Jamison es un personaje más. Pero en la práctica su función se reduce a cantar. ¿No valdría más la pena convertirlo en un recurso extradiegético, es decir, ajeno a la historia?

Esta falta de integración se agudiza además cuando debe recurrir a un micro para cantar, en algunas de las canciones. Empastada su voz con la música pregrabada, su presencia queda absolutamente oculta en estos casos. Y es una pena que un recurso tan potente no sea explotado con mayor suerte.

La redención por el country

Sin embargo, los aciertos de la comedia – una historia de redención con el country como fondo – prevalecen, en la medida de lo posible, sobre sus errores. Entre sus virtudes cabe citar no solo su felicísimo punto de partida – el baile country – ya reseñado, sino también el diseño de sus personajes, especialmente el de la profesora de baile, la deslenguada Dolly; así como el vitalismo, la energía y el buen rollo que trasmite, y que contagian desde el principio al público congregado en la señera sala del off madrileño.

Destaca en este punto, junto a la feliz idea de partida, el acierto en la elección de los actores, el casting. Y muy especialmente, la de Ángeles Martín, la presentadora y actriz teatral, cuya Dolly arranca, casi en cada una de sus intervenciones, las carcajadas; así como la del gran Juan Dávila, que presta una hermosa inocencia a Martín; mientras que Alicia Ledesma hace lo propio con su Mery, y Alberto Amarilla, excelente bailarín, aunque algo gritón en el plano vocal, con el ambiguo Jota.

Ritmo irregular

Así, entre botas vaqueras, cervezas, bailes en línea y acento americano, la obra, de forma un tanto irregular, avanza por una trama de redención, donde resuena el eco de films como Pequeña Miss Sunshine, hacia un salvador concurso de baile. Y decimos de forma irregular porque, aun con bailes, la falta de ritmo constituye uno de los mayores problemas de la representación.

En este sentido, la dirección no acierta a darle la pauta necesaria, los acentos y las pausas, a las apariciones e intervenciones de los personajes. Y todo tiene un cierto punto de precipitación, que lleva a un final anticlimático. Un problema este que, quizás, se encuentre ya en el libreto, más basado en secuencias, que en escenas.

Aun así, prevalecen los aciertos. Y gracias a ellos esta Buffalo seguirá llenando la sala pequeña del madrileño Teatro Lara hasta finales del mes de junio. Quizás, quien sabe, a la espera de un programador avisado, que sepa darle lustre y convierta esta comedia en uno de los éxitos de la temporada.

Recomendable.

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