La «moción ética» de Podemos

27/04/2017

Luis Díez.

La «moción ética» anunciada por el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias Turrión, contra el presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy Brey, podrá ser tachada de ingenua en su planteamiento (las mociones de censura no se anuncian, se presentan por sorpresa) y de propagandista en su intención (el grupo de Unidos Podemos no cuenta con votos suficientes para que la censura prospere), pero no parece un acto de «mala fé» ni una «irresponsabilidad» ni, mucho menos, «deteriora» a la oposición, como ha afirmado el portavoz del PSOE, Antonio Hernando. La coincidencia entre este Hernando de sagaz mirada tras sus lupos de montura de colores y el del PP, más recio y directo y sin gafas, no es solo de apellido, sino de interés.

Llueve mierda porque, como diría Leonardo Saciascia, los cerdos se han subido a los árboles. Con perdón para el noble animal, ya bastante vituperado por Orwell, la gente está hasta el moño de sus orines y excreciencias. La corrupción política, con pelotazos sin cuento sobre el capital público, ya sea fijo (privatizaciones) o circulante (contratas, contratos, subvenciones, amnistías fiscales), ya se trate de recalificaciones, molinos de vientos, traídas de aguas o de incompetencia, nepotismo y sueldos y canongías abusivas, se ha convertido en la negación del principio constitucional de igualdad de oportunidades y en el rasgo predominante de la Marca España. La crisis económica y sus secuelas de paro, pobreza y desigualdad, han añadido indignación y desaliento.

Aun reconociendo la validez de algunas reformas legislativas para atacar y obstaculizar el latrocinio y enriquecimiento ilícito de los gobernantes que manejan los bienes públicos y administran nuestros impuestos, las tendencias de plomo, que diría Albert Camus, prevalecen sobre las conductas de oro y acaban corrompiendo al sistema. Los indicios detectivescos de corrupción subjetiva se mezclan con el manejo de la Fiscalía desde el Gobierno y las presiones al Poder Judicial desde el Ejecutivo y también desde el Legislativo, para intentar tapar el fenómeno y evitar que se desborde la indignación popular. Si Montequieu no hubiera muerto, lo habrían liquidado desde el poder central y los gobiernos autonómicos y locales con esas guillotinas del 3 el 10 e incluso mayores porcentajes de influencia e infulencia.

La corrupción viene de arriba, no de abajo. Lo subrayaba hace unos días, con conocimiento de causa, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), veterano dirigente político de uno de los países con mayor tradición de «mordidas», «coimas»  y «marmajas» como es México. Y la etología de un fenómeno que siempre pagamos los de abajo obliga a exigir responsabilidades a los corruptos y a sus jefes en la urdimbre. La fórmula elegida por Podemos, la «moción de censura», cuenta con el apoyo de ERC y parte del Grupo Mixto. pero es probable que no obtenga más de un centenar de votos. La abstención del PSOE y también de Ciudadanos, cuyo presidente, Albert Rivera, dijo que tendría «monitorizado» a Rajoy, impedirá que prospere.

Con todo, la «moción de censura» se creó para ser usada, y aunque no pueda cambiar nada, obligará a retratarse a unos y a otros. Los podemitas entienden que en el «caso Lezo» de latrocinio al Canal de Isabel II, los indicios de una actuación tendente a la ocultación y el carpetazo por parte del ministro de Justicia, Rafael Catalá Polo, y del secretario de Estado de Seguridad y exalcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, así como del fiscal anticorrupción, son tan significativos como los del propio Rajoy y sus hombres de confianza Javier Arenas y Federico Trillo, intentando salvar del «caso Gurtel» a su tesorero Luis Bárcenas. Si Rajoy amparó y protegió la corrupción, aunque dijera que todo era mentira (menos algunas cosas) y ahora sostenga que no se enteraba de nada, es lógico que su salvador hace un año lo quiera echar y, de paso, ayudar al entonces maniatado por los barones del PSOE, Pedro Sánchez.

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