Van cuatro buenas actrices a presentar la primera serie española para Netflix y el presentador, Pablo Motos, les pregunta si bailan reguetón. “Enseguida hablamos de Las chicas del cable, pero tengo que comentar un tema porque si no reviento. Estábamos discutiendo en el pasillo una cosa y os la quiero preguntar, así de sopetón. Es una pregunta que todo el mundo se hace ahora mismo sobre las chicas, ¿vosotras sabéis bailar reguetón?”. Blanca Suárez, Maggie Civantos, Nadia de Santiago y Ana Fernández reaccionaron como se suele hace en estos casos: manteniendo el gesto sonriente sin que se note demasiado que se está poniendo cara no de circunstancias, sino a la circunstancia habitual del machismo. No micromachismo, como se está empezando a decir ahora, sino machismo entero y medular. Resulta además, para más inri, que la producción en sí trata de la lucha de las mujeres en los años 20 por salir adelante entre los perjuicios de género de la época. Así comienza el tráiler de la serie, la primera española que se emitirá para 190 países a través de Netflix: “En 1928 había 2.000 millones de personas en el mundo, con sus propios sueños, sus ilusiones, y, sobre todo, sus problemas. La vida no era fácil para nadie. Y mucho menos si eras mujer. No éramos libres, pero soñábamos con serlo”. Total, que no estamos en 1928, sino en 2017, y van cuatro chicas guapas a un programa a hablar del contenido de su trabajo para que el presentador les pregunten si perrean o no perrean, porque para Pablo Motos “Las chicas se dividen entre las que saben perrear y las que no saben perrear”. Así, por seguir esa línea de lógica retórica, podríamos responder que los chicos se dividen también –además de otras muchas categorías- entre los que son y entre los que no son gilipollas.

No conozco a Pablo Motos, con lo que no podría ubicarlo, en cualquier caso. El planteamiento de su entrevista sí me ha parecido totalmente gilipollón, esto es un hecho. Tanto como la lista, inmediata y aún conciliadora respuesta de la actriz Maggie Civantos: “Todo el mundo debería bailar reguetón, es bueno para la salud. Luego, ante la insistencia de Motos en el tema del perreo, añadió ella: “Eso no es una cuestión de género, los hombres también pueden aprender”. Así que éste es el tono, tuvieron que pensar estas cuatro mujeres, estas cuatro actrices que habían ido allí no a pasar un buen rato con un presentador, sino a promocionar su trabajo. Quizá por eso Blanca Suárez insistió en la trascendencia de un proyecto como Las chicas del cable para el sector audiovisual español, mientras Pablo Motos volvía a la carga: “¿Cuántos pendientes calculas que te caben en la oreja? Tienes una oreja muy bonita, te lo tengo que decir”.

Pero la cosa no terminó ahí, sino que apenas acababa de empezar: “La gente dice que las mujeres no pueden ser amigas”. Civantos fue otra vez la primera en responderle: “Eso es mentira, son clichés”. “Ya, ya”, sonrió Motos. “Pero si hay una habitación y entra una chica muy guapa, ¿qué posibilidades hay de que la critiquen después? ¿De decir que tiene los tobillos gordos, por ejemplo?”. Y así. Luego, para rematar, o para ir armando su propio imaginario, les preguntó con qué actor de Hollywood les gustaría protagonizar una escena de cama. Tal cual. Con cuatro buenas actrices, jóvenes, con talento y trabajo, que habían ido allí a promocionar una serie que habla de la lucha de las mujeres por posicionarse con independencia y libertad en un mundo de sometimiento masculino. Pero no nos debe sorprender: en otro programa del estilo, Pablo Motos llegó a decirle a la también presentadora de las noticias Mónica Carrillo que cuando ella sale en el informativo prefiere verlo sin sonido. Eso son las mujeres para Pablo Motos, o para el personaje lamentable que ha creado para televisión.

No hace gracia, o no me la hace a mí. Son preguntas gilipollonas, son gracietas machistas para barra de bar, de los de antes. Viendo semejante exhibición de estupidez, lugares comunes y leprosería humorística, brilla todavía más la dignidad de estas cuatro mujeres orgullosas de serlo y de contarlo.