Presupuesto de copa y cupo

03/05/2017

Luis Díez.

El profesor Montoro incurrió en metáfora y le salió por la culata. Eligió las copas y la borrachera («Venimos de una borrachera de gasto público y ya quieren ir de copas para celebrarlo») y, sin quererlo ni nombrarlo, redujo su talla de orador al nivel de un botarate. Concretamente, a la del todavía presidente del Eurogrupo, ese holandés que enfureció a media Europa al acusar a los países del sur de gastarse la pasta en juergas y mujeres. Para mayor desatino, el titular de Hacienda y Función Pública se refería al gasto de las autonomías y los ayuntamientos. Le faltó tiempo al del PSOE, Antonio Hernando, para equiparle con ese Jeroen Dijsselbloem y acusarle de «insultar a todos los españoles». «¿Usted cree que es gastarse el dinero en copas aliviar el copago que ustedes impusieron, abrir escuelas rurales que ustedes cerraron, prestar atención sanitaria a los inmigrantes que ustedes excluyeron?», le preguntó. Montoro no respondió. Lógico.

Fue también ese Hernando del PSOE quien primero sacó a colación el «caso de Ignacio González», el expresidente de la Comunidad de Madrid, en prisión preventiva por corrupción. «Robó y financió ilegalmente al PP, recibió palmaditas en la espalda de algunos ministros, tuvo protección de la Fiscalía, fue avisado de que estaba siendo investigado, y todo eso –según el portavoz socialista–arrasa la confianza en el Gobierno y en sus presupuestos». A ese «penúltimo caso de corrupción» se agarró como clavo ardiendo para anunciar el «no» de los 84 diputados del PSOE al Presupuesto del Estado, sin que las palabras de Montoro –«A mí me preocupa la corrupción, me duele cuando la practican personas con responsabilidad pública, pero también me preocupa la destrucción de Europa por los populismos y nacionalismos»– fueran suficientes para atraer a los socialdemócratas.

Montoro utilizó la táctica de defender las cuentas del reino para este año, anticipándose a las réplicas. De ahí su desatinada referencia a las copas y borracheras. Llegó eufórico, tras firmar con el consejero vasco de Economía, Pedro Azpiazu, la revisión del cupo. Y ya se sabe que entre el «cupo» y la «copa» solo cambia una vocal. Consiguió con ello que los cinco diputados del PNV voten a favor del Presupuesto. De este modo, la suma del PP, Ciudadanos, PNV y Coalición Canaria es de 175 diputados, la mitad de la Cámara, y permite rechazar, aunque sea a la tercera votación, las siete enmiendas de devolución. Si el PNV hubiera decidido antes (en octubre pasado) sumarse a la causa de Rajoy y apoyar su investidura, como hará este jueves, 4 de mayo, con sus cuentas, no habría sumido al PSOE en la trifulca perruna que padece.

Al tiempo que los nacionalistas vascos asumen el famoso aserto mexicano de que «vivir fuera del presupuesto es vivir en el error», a Montoro y su superior, Rajoy, impasible ante la corrupción, les parece sensato y barato satisfacer los 1.400 millones de euros de desfase del cupo a favor del País Vasco, correspondiente a los diez últimos ejercicios, en cómodos plazos durante el quinquenio de 2017-2022. El Gobierno vasco pedía 1.600 millones que, según sus cálculos, había pagado de más al central por los servicios no transferidos (seguridad, defensa y pensiones, entre otros) en los dos últimos quinquenios. Para los próximos cinco años, ese descuento de 1.400 millones sitúa la transferencia del País Vasco (que recauda y administra todos sus impuestos) en torno a 850 millones de euros anuales, frente a los 1.200 consignados en el Presupuesto que se está debatiendo y a los 1.565 millones anuales fijados en el acuerdo de 2007.

Resueltas las discrepancias del pasado y despejadas las dudas sobre el futuro sin modificar el porcentaje fijado en 1982 (el 6,24%) del peso de la economía vasca en el conjunto del Estado, se puede decir que la estabilidad de Rajoy sale por unos 700 millones de euros anuales respecto al concierto de hace diez años. Es lo que Euskadi dejará de aportar al conjunto. Y lógicamente, al consejero Azpiazu (diputado del PNV durante muchos años) el acuerdo le parece «excelente». A Montoro, también. En su defensa del Presupuesto utilizó alguna trampa como la comparación con la inversión pública ejecutada el año pasado, que fue mínima. Con la repetición ab nausean del «gasto social» (Nada menos que 307.000 millones de euros, el 64% del total) rebatió en bloque a los tres portavoces de Podemos, Alberto Montero, Alberto Garzón y Joan Mena. Frente a los argumentos de éstos sobre la precariedad laboral, los bajos salarios y el riesgo de exclusión del 28% de los españoles pobres, Montoro sacó a relucir el Muro de Berlín y les tildó de «amenaza para la estabilidad presupuestaria». Después de todo, como diría el detective loco de Eduardo Mendoza, también a los que solo existimos para pagar impuestos nos gustaría zamparnos una ración de sardinas, pero gastar dinero no entra en nuestro presupuesto.

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