¿Que inventen ellos?

08/05/2017

Francisco Canós.

 

D. Miguel de Unamuno, allá por el año 1906 dijo por boca de Román en su ensayo “El pórtico del templo”: “Inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones. Pues confío y espero en que estarás convencido, como yo lo estoy, de que la luz eléctrica alumbra aquí tan bien como allí donde se inventó”.

Eran otros tiempos y hoy, no nos lo podemos permitir. Vivimos en el mundo de la tecnología, de la captura y manejo de la información. En una sociedad que cede sus datos a cambio de servicios tecnológicos o redes sociales. Si no formas parte de los que poseen esa tecnología, es que formas parte de los que son controlados por ella. Nuestra relevancia como sociedad y nuestra libertad como personas está literalmente en juego. Veamos un repaso de cómo estamos por aquí y cómo salimos comparados con los de fuera.

Creamos poco. Tenemos dos marcas entre las cien más valiosas: Zara y Movistar (Fuente: Marca España). Movistar podría catalogarse como tecnológica. En 2015 le concedieron 135 patentes y solicitó 31 adicionales. El CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) solicitó 47 patentes y fue el que más solicitó en España. Pues bien, esos son nuestros líderes.  Mientras nosotros hacíamos eso, otros como IBM registraron 8.088 patentes en 2016, Samsung 5.518 patentes, Apple 2.102, Amazon 1.662… En la tabla adjunta podemos ver las patentes registradas en Estados Unidos en 2015 y 2016 (Fuente: IFI Claims Patent Services). Creo que los datos hablan por sí solos. España no está liderando el mundo de la tecnología, y sus mayores buques insignia lo hacen a un ritmo decenas de veces menor que los líderes mundiales.

No generamos masa crítica. Una patente trata de proteger una invención. Por tanto, refleja la capacidad de aportar cosas novedosas y potencialmente deseadas por otros. De ahí que quiera protegerlas mediante la patente. Si alguien quiere utilizar nuestra invención patentada, deberá contar con nuestro permiso y pagar unos derechos de uso (royalties). No siempre una patente redunda en un beneficio. El CSIC es el mayor generador de patentes de España. Pues bien, según el BBVA, el 50% de los royalties recibidos por esta institución a lo largo de la última década derivan de una única patente registrada en el año 1989 (Margarita Salas y su descubrimiento de la proteína DNA polimerasa Phi29, imprescindible en el copiado de muestras de ADN). La masa crítica es fundamental. Si sabemos que sólo unas pocas patentes van a ser exitosas y encima producimos decenas de veces menos que los líderes, las posibilidades de generar tendencias mundiales estarían bordeando la categoría no ya de mínimas sino de milagrosas.

No defendemos lo que creamos. Las patentes son muchas veces como los bloques de hormigón. Una vez se pone uno, otro se puede poner encima agrandando la construcción. La patente, al conocerse, crea una oportunidad de desarrollo posterior. Si la patente se ha creado en España, lo lógico sería que se generasen oportunidades de desarrollo en España también. Pues bien, el 22% de las investigaciones científicas españolas con mayor nivel de excelencia fueron “apropiadas” por otros países (sobre todo empresas) para elaborar sus propias patentes. Estados Unidos genera más patentes a partir de la ciencia española que la propia España (Fuente: BBVA Innovation Center). ¿Hace falta decir más?

No falta talento, falta infraestructura. En España hay talento, pero el talento sin la apropiada infraestructura puede quedar en nada, o en milagros individuales. Por citar algunas áreas y algunos genios en el deporte (Seve, Nadal, Alonso), en el arte (Picasso, Dalí, Goya, Velázquez), en las letras y la filosofía (Cervantes, Lope, Ortega y Gasset, Unamuno, Machado) o incluso en la ciencia (Margarita Salas, Ramón y Cajal, Severo Ochoa, Gregorio Marañón). Sin embargo, en una proporción desagradablemente alta lo han sido a pesar del entorno, sin ayuda organizada, y en muchos casos sin medios. Muchos de ellos han tenido que salir fuera para poder desarrollar y tener un reconocimiento que aquí no tenían. Sin la infraestructura adecuada, la transferencia de los resultados de la investigación hacia la sociedad no se produce, o se produce mal. Brasil crea el doble de patentes que España con la mitad de esfuerzo presupuestario (Fuente: BBVA Innovation Center).
No se invierte lo suficiente. El gasto en I+D ejecutado en España en 2014 (Fuente: Informe Fundación Cotec) fue de 12.821 millones de euros, casi un 13% menos que en 2008.

El 45% de la inversión total en I+D lo financia el sector público. Nuestro esfuerzo inversor en I+D como país es la mitad que la media de la OCDE. Países como Corea, Japón, Alemania o EE.UU. invierten sensiblemente más que la media de la OCDE. En España se cuenta con sólo 3,4 investigadores trabajando en el sector industrial por cada mil empleados. El promedio de la UE28 es de 5,1 y países como Alemania o Francia cuentan con cifras de 6,1 y 8,7 respectivamente. La brecha se abre más y más.

En resumen, creamos poco, no generamos masa crítica, no defendemos lo creamos, falta infraestructura e invertimos menos de lo que debemos. Con este panorama, ¿qué podemos hacer? La respuesta no es fácil, pero debemos encontrar un camino. Si no queremos resignarnos a la irrelevancia, no nos queda otra.

Hay muchas voces significativas que defienden distintas maneras de no ser irrelevante. Una de ellas aboga por la creación de polos de desarrollo al estilo del Silicon Valley. Ya lo expusimos destacando el interesante análisis de la Deloitte University Press sobre el particular denominado “How to innovate the Silicon Valley way” (lo que vendría a ser “Cómo innovar a la manera del Silicon Valley”). España no tiene capacidad de ser líder en todos los sectores, pero puede seleccionar algunos en los que sí puede tenerla y generar “Spanish Silicon Valleys” sobre ellos.

He detectado últimamente una serie de iniciativas en alguna universidad y centro de estudios superiores. Han creado áreas especializadas en la “Transferencia de Resultados de Investigación”. Exploran maneras de realizar eficientemente el paso de la teoría a la práctica. De la investigación a la aplicación. En EE.UU. ya lo tienen implementado generando esos polos de desarrollo (p.ej. el Silicon Valley) en el área de influencia tanto de grandes universidades (Stanford, CalTech), como de grandes empresas, y fuentes de financiación (Venture Capital).

El reto en España es replicar esto partiendo de lo que hay: ninguna universidad relevante, ninguna empresa relevante y siendo el Estado el proveedor de casi la mitad de la financiación. España es diferente. En esto también. En Alemania casi el 90% del gasto en I+D empresarial lo ejecutan grandes empresas. En España lo hacen las Pymes con casi la mitad del total invertido. En 2014 el 46,3% de dicho esfuerzo fue realizado por empresas de menos de 250 empleados. No es un dato bueno. Una empresa de 10,000 empleados tiene más masa crítica para muchas cosas, incluida la investigación, que una empresa de 250. Alemania o Francia así lo hacen. Las grandes empresas españolas, no. Por eso tiene relevancia estos departamentos de transferencia de investigación. Pueden representar el medio que facilite a estas Pymes obtener recursos y transferir los resultados de dicha investigación. De tal forma que los beneficios puedan ser reinvertidos en mayor investigación, y su éxito, en reclamo para nuevas iniciativas.

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