El fin de la cultura

20/05/2017

Joaquín Pérez Azaústre.

Creo en el arte, creo en la belleza que nos ciega la vista y la amplifica, que nos hace mirar la realidad con las grietas abiertas al matiz, a la delicadeza en lo sensible, al destello fugaz de un verso libre, de una melodía que articula su biografía de aire, el temblor natural ante una imagen que nos nutre de luz, que nos da vida. Creo en el arte, en la cultura y en la educación: siendo escritor, no parece nada meritorio. Estoy acostumbrado, como amante de la cultura, como practicante y seguidor, como artesano más o menos afanado en su realización, pero también en su mero disfrute instrumental, con sus dosis de asombro en carne viva, a que la cultura sea ignorada por la acción política. Tradicionalmente, esta actitud se ha vinculado más con partidos conservadores, el PP en España. Tradicionalmente, Fernando de los Ríos, Antonio Machado y Federico García Lorca y La Barraca mediante, se ha relacionado la preocupación cultural por la política con los partidos de izquierdas, el PSOE en España. En los últimos años, es verdad que la cultura, en la política como en los medios de comunicación, ha sido relegada tanto por unos como por otros. Pero lo que no cabía esperarse del PSOE, de uno de sus programas electorales antes de las primarias, es semejante degradación del concepto de cultura, reduciéndola a un mero sablazo calculado para el turismo asiático.

El hallazgo lo debemos al programa de Susana Díaz: “La cultura determina la sociedad y la civilización y nos hace más libres y más felices”. Hasta ahí, bien; un poco de redacción colegial de doce años, pero bien. Ahora empieza lo bueno: “Pero en el siglo XXI debe ser parte del desarrollo económico. La economía mundial sigue creciendo, se siguen creando clases medias, el número de turistas en el mundo aumenta y cada vez gastan un porcentaje mayor de su renta en viajar. España debe dejar de pensar en número de turistas y debe concentrarse en aumentar el gasto por turista y día. Eso permitirá aumentar los precios de los servicios, aumentar el empleo y subir los salarios de los trabajadores”. Y esto está en el epígrafe Cultura. Con mayúsculas. Sigamos: “La mayor creación de cases medias se está produciendo en Asia. Asia tiene excelentes playas por lo que los turistas asiáticos que vienen a España y a Europa buscan cultura. España dispone del tercer mayor patrimonio cultural del mundo, según la Unesco, y el potencial del crecimiento en turismo cultural es enorme. El turismo de paisaje y de aventura también tiene un gran potencial en España. Este es uno de los grandes nichos de empleo para reducir la tasa de paro y frenar la despoblación en zonas rurales”. Alguien puede pensar que estoy sacando las frases de contexto: pues no. Es literal. Este es el concepto de desarrollo cultural para el equipo de Susana Díaz: algo así como los tablaos de flamenquito en las calles enjutas cercanas a las plazas mayores de las ciudades andaluzas, el fino Montilla Moriles y las sevillanas. Combustible turístico.

“El resto de actividades culturales contribuyen a mejorar la imagen de la Marca España, haciendo más atractivo la llegada de turistas, y nutren de contenidos la estancia de los turistas, algo determinante para que elijan España antes de otros destinos”. Nutren de contenido. Alfalfa, o sea. Rancho tabernario de callos a la madrileña y gazpacho andaluz, pero del malo, como esos calamares fritos de algunas tabernas andaluzas -presuntamente- de la Plaza Mayor que te pueden servir de goma para tirachinas. “Esto permitirá que los españoles podamos tener una mayor oferta cultural de más calidad y dará una solución a nuestros creadores que han sufrido especialmente la crisis”. Ya lo tengo: vamos a montar recitales poéticos, de nuevo en la Plaza Mayor, alternando los endecasílabos con un buen taconeo, y que los editores se conviertan en palmeros de sus propios autores. Todo es poco para entretener al personal para la nueva cultura de Susana Díaz. “Es necesario desarrollar el Estatuto del Creador en el nuevo entorno tecnológico global y una Ley de Mecenazgo. Los socialistas nos comprometemos a bajar el IVA del cine, un sector maltratado injustificadamente por la derecha desde 2011”. ¡Hombre, por fin una medida verdadera! Aunque no se concrete, para qué. Si es una morcilla que se añade por rematar el párrafo, y además de deja fuera el mundo del teatro, los conciertos, la música en directo, los discos… “América Latina y Estados Unidos donde hay 500 millones de hispano hablantes es una gran oportunidad para nuestro sector cultural”. Es cierto: emigremos, es lo que tendremos que hacer si este modelo de cultura se termina imponiendo. “Las nuevas tecnologías digitales son una oportunidad para nuestro sector cultural, aunque también supone riesgos que hay que gestionar. Por esta razón, la cultura formará parte de la estrategia de la política industrial y tecnológica de los socialistas”. ¿Riesgos? No veo otro mayor que esta demolición impúdica, que no tiene vergüenza de sí misma, no sólo de nuestra industria cultural, sino de su sentido ético, con la fragilidad de la creación convertida en belleza.

Amigas y amigos: si esto es la Cultura para el PSOE que dependa de Susana Díaz, mejor dejarlo. Toda una herencia cultural de izquierda, las misiones pedagógicas, los años 80, con sus luces y sombras, pero con sus luces, reducidas a un detritus cegador y encantado de haberse conocido. Fomentemos no la cultura como redención del individuo, ni como génesis viva de ciudadanos libres, sino como telón de fondo de un país de camareros, envilecido y entregado al turismo, con los museos convertidos en terrazas con humificadores y los ciudadanos expulsados de sus propias ciudades, convertidas en parques temáticos. Amemos a los chinos y a los japoneses. No su poesía esencial, minimalista, no: amemos su turismo, su nueva clase media. Joder. Es que hasta la redacción es mediocre. Nunca fondo y forma alcanzaron semejante comunión. Ni Juan Ramón Jiménez, vamos. Esta basura nunca se ha redactado mejor.

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