Gulliver Sánchez y los liliputienses

24/05/2017

Luis Díez.

El David de la Biblia venció a Goliat de una certera pedrada, lo que, salvando la distancia histórica y geográfica, quiere decir que no hay enemigo pequeño. Los prebostes del PSOE (barones con poder y veteranos consejeros al servicio del capital) han mordido el polvo de la onda expansiva de ese David de hogaño llamado Pedro Sánchez, pero se resisten a asumir el batacazo. La reacción de su candidata, Susana Díaz, de convocar inmediatamente el congreso del partido en Andalucía es la prueba de que intentan salvar los muebles antes de que el incendio los arrase. La de Triana ni siquiera contempla una lista única de integración para el Congreso federal del 16 y 17 de junio.

Algunos diputados andaluces y «susanistas» de pro opinan que «la sultana» se equivoca al mantener en alto su espada. Lo lógico sería que aceptara la lista única con el porcentaje de representación de las elecciones primarias del domingo pasado que ha ofrecido Sánchez para tener la fiesta en paz y salir del 39 congreso del partido con un mensaje de unidad. La lealtad al partido no se proclama, se practica.

Con menores renuencias, otros barones y presidentes autonómicos como el extremeño Guillermo Fernández Vara, el valenciano Ximo Puig y el aragonés Javier Lambán han expresado su lealtad a Sánchez. No es menester que reconozcan que en la disyuntiva de ir a nuevas elecciones en diciembre pasado (las tercera en trece meses) y abstenerse para dejar pasar al PP de Mariano Rajoy, optaron por el mal menor: liquidar a Sánchez e impedir lo que un pacto con Podemos y los nacionalistas podía traer consigo.

Los mencionados dirigentes autonómicos y algunos más entre los que estarían el castellano-manchego Emiliano García Page y el asturiano y presidente (ya en funciones) de la Gestora, Javier Fernández, tendrán que asumir la regla democrática e integrarse en las listas únicas de cada federación si quieren que el cónclave del PSOE refleje los resultados y, sin laminar la pluralidad interna, aparte del primer plano la descarnada lucha por el poder.

Ese es el deseo de la mayoría de los diputados con los que ha hablado este cronista. No coinciden con «la línea editorial» de Sánchez, pero serán disciplinados y obedientes. Se atendrán, por la cuenta que les trae, a la consigna (democrática) que rige nuestras vidas: «Orden, obediencia y jerarquía». Eso no quiere decir que en su fuero interno no aprovechen cualquier ligero sueño para, como los liliputienses, tender cuerdas e intentar atar a Gulliver. En el relato de Swift (no confundir con una marca de coches), Gulliver y los pequeños liliputienses acaban siendo amigos y aliados, y eso es lo que convendría a los socialistas.

Mientras tanto, el que no da tregua ni respiro al PSOE es el podemita Pablo Iglesias, convertido en el Robinsón Crusoe de la política española, ese perfecto colonialista, como lo bautizó James Joyce. Iglesias aspira a colonizar la izquierda con procedimientos oxidados que benefician a la derecha. Su moción de censura a Rajoy, que se debatirá el martes, 13 de junio, si no la retira, se convertirá en un «flautus voci», pero si Sánchez no la apoya (y no podrá decidir porque todavía no habrá sido ratificado como secretario general por el congreso del partido), le servirá para devolver la jugada al dirigente socialista cuando toque. O como diría Rajoy: «Censúrame Pablo, censúrame Pedro, que por un oído me entra y por el otro me sale». Después de todo el creador de Robinson, Daniel Defoe, acabó en la ruina y el de Gulliver en el manicomio. Esperemos que los nuevos héroes corran mejor suerte.

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