Historias de la mano negra: La amnistía fiscal

12/06/2017

Álvaro Frutos Rosado.

Si no somos conscientes de la crisis que estamos viviendo mal vamos. Unos por defender a “uno de los nuestros” en plan Martin Scorsese como tienen por costumbre los conmilitones no dicen nada. Otros, los ciudadanos corrientes, sienten apuro de haberles votado y dan por bueno lo que hacen, parapetándose en los consabidos “los otros más” o “todos son iguales”. La única opción que queda es dejarnos las venas largas pues si nos las empezamos a cortar todos no hay camas ni en el Hospital Puerta Hierro de Madrid, donde se pagan 135 camas inexistentes por la módica cantidad de 28 millones de euros de nuestros impuestos. Daremos por buena la expresión atribuida a Cánovas del Castillo: «Son españoles… los que no pueden ser otra cosa»

Hace unas semanas publiqué en este mismo medio un artículo en el que ponía de manifiesto la sensación de que en España los negocios (una gran cantidad de ellos) se habían gestado teniendo como fondo la cultura del chanchulleo[1]. Ahora la cosa va más allá, pues si no pasa lo que tiene que pasar, nuestro sistema fiscal y nuestro sistema financiero entrarán en la peor deriva la desconfianza absoluta sobre ellos por parte de la ciudadanía.

Las posiciones esenciales de la convivencia cívica de las personas en democracia  son: uno, como ciudadano portador de derechos, desde los más esenciales como la vida misma hasta aquellos que aseguran que esta sea digna como el derecho a  la vivienda; y obligaciones como respetar los derechos de los demás y cumplir la ley. La segunda posición en una sociedad de mercado es la de ser consumidor y como tal, tener garantizado que aquello que se adquiere responde a las condiciones sujetas a la contraprestación, es decir lo que se paga por ello. Finalmente está la posición como contribuyente, todos sabemos de qué va y en estas fechas más. Con parte de nuestras rentas pagamos el Estado y sus servicios públicos, las pensiones, los salarios de los funcionarios, incluidos los ministros, y todo aquello que configura y garantiza el quehacer comunitario. El artículo 31 de la Constitución lo hace clarividente: Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad… sólo podrán establecerse prestaciones personales o patrimoniales de carácter público con arreglo a la ley. Clarividente salvo para un Ministro, un Gobierno y un Presidente que han decidido que la fiscalidad sea un plato de la carta y no del menú obligatorio como español. Ojo, obligatorio para los que no pueden comer a la carta. Con ello es de esperar, en toda la lógica, que el fraude fiscal siga creciendo y que sea la norma en lugar de la excepción. El “Estado de Derecho fiscal” entró en crisis con la amnistía ahora revolcada por el TC, los errores tienen un pago y no puede ser otro que la marcha del  Ministro de Hacienda, si no es así no será extraño se levantan voces a favor de la sedición fiscal. El autor material del crimen Cristóbal Montoro.

Lo de Guindos o lo de Linde no es muy distinto. Utilizar sobre sus comportamientos vocablos malsonantes no tiene sentido, pues no hay; han superado todos. Los basamentos del sistema económico los han tirado por el sumidero haciendo gala del neoliberalismo más descarnizado. En el mercado cada uno a sus uñas y a sus dientes. Primero fueron las Cajas, Bankia y ahora el Popular. El Ministro de Economía afirmó que el Banco Popular no tiene problemas ni de liquidez ni de solvencia y lo más fuerte «será lo que sus accionistas quieran que sea». Luego conocemos que el Ministro está inmerso en el chanchulleo de su venta al Santander y no se pone colorado de que 300.000 accionistas y bonistas se queden sin su inversión. Y hay que darle las gracias que esta vez no ha hecho que lo paguemos todos los contribuyentes. El dedo de la suerte ahora solo  ha señalado a los consumidores de productos bancarios y financieros. Otro que tal, el gobernador del Banco de España que no podía “decir nada de eso (situación del Popular), así de sencillo”  en sede parlamentaria y con descaro le contesta a un senador: “No es el momento ni vengo preparado para eso». Evidente no está preparado para su puesto y sí es el momento de que se vaya. Una pregunta sencilla dónde y por quién se asume la responsabilidad política de todo esto.

En España hay más de  46,56 millones de ciudadanos, que a su vez son consumidores  y hay más de 19,3 millones de contribuyentes. En España hay un sólo Ministro de Hacienda, otro de Economía y un Gobernador del Banco de España y creemos que un Presidente del Gobierno. Es decir, que la proporción de españoles es mucho más que las de ministros, gobernadores y presidentes. No es posible obligar a ejercer la responsabilidad. Hacer que los ministros se vayan o los echen. Todo es en favor de la democracia, la libertad, la convivencia, y… es en favor de que no volvamos a poner de moda las historias de la mano negra. Aunque déjenme pensar Montoro, Guindos y Linde son solo los capi; el huido y capo es Marioneti Rajonione, o así.

[1] https://www.diarioabierto.es/350670/la-economia-del-chanchulleo

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