A poco más de dos horas de vuelo podemos disfrutar de un destino con un clima privilegiado, repleto de contrastes y rico en naturaleza, senderismo, navegación, tranquilidad, gastronomía y tradiciones. Madeira, esa pequeña joya del océano Atlántico y vecina de nuestras Islas Canarias, es un verdadero paraíso poco explorado. La isla ofrece caminos centenarios a través de la naturaleza, paisajes de montaña, festivales de verano iluminados con fuegos artificiales, playas de ensueño de aguas turquesas y una gran diversidad gastronómica para todos los paladares.

Además de las imprescindibles visitas al cabo Girão y Câmara de Lobos, a Santana y sus casitas de cuento, a la península de San Lorenzo y la subida al Pico Arieto y al Pico Ruivo, si estás pensando visitar este rincón del Atlántico te proponemos algunas sugerencias que no te puedes perder.

Caminar las “Levadas”. Las levadas son canales de riego, que comenzaron a construirse desde el siglo XVI y abarcan una extensión de 3.000 kilómetros. Son una vía ideal para recorrer la isla a pie y disfrutar de su asombroso paisaje.  Además, forman parte de un conjunto de áreas protegidas, entre las que destacan el Parque Natural de Madeira y el Parque Ecológico de Funchal.  Una manera diferente de descubrir la isla portuguesa.

Festival del Atlántico. Este festival marca el inicio de la temporada de verano en Madeira con variedad de actividades y celebraciones del 3 al 24 de junio, entre ellas, el Festival Raíces del Atlántico que tiene como escenario principal los jardines de la emblemática Quinta Magnolia. El programa incluye desde música nacional hasta Soul o Funk. Una de las actividades más destacadas es sin duda el espectáculo de fuegos artificiales (los madeirenses son expertos en pirotecnia) de más de veinte minutos que tiene lugar sin falta cada sábado del mes de junio en el muelle exterior de la Pontinha. Todo bien acompañado de música y buena gastronomía que hacen que sea una experiencia única para visitantes y residentes.

Variedad de sabores. Las cosas simples a veces son las más bellas. Su gastronomía retrata el alma de un pueblo simple pero generoso, donde podemos encontrar variedades de pescado fresco, la deliciosa «espetada» de carne de vaca en brocheta de palo de laurel que se sirve acompañado con maíz frito y el típico pan «Bolo-do-Caco» con mantequilla de ajo. Para los que busquen algo dulce, el tradicional «Bolo-de-Mel», realizado con especies variadas, frutos secos y miel de caña de azúcar es una de las mejores opciones, como también es muy popular el pastel de queso de Madeira, elaborado a partir de requesón fresco. Todos ellos siempre bien acompañado por el famoso vino de Madeira que se toma como aperitivo o postre.

La Playa de Porto Santo. Esta playa de arena fina es una de las siete mejores de todo Portugal y es capaz de deleitar hasta a los viajeros más exigentes.  Se encuentra en la isla de Porto Santo, y está bañada por agua turquesa y cristalina a lo largo de sus nueve kilómetros, un color de mar muy difícil de encontrar. Es el lugar perfecto para el descanso o para los que buscan bienestar y salud.  Esta playa ha sido elegida la mejor playa de dunas en el marco del concurso “Siete Maravillas-Playas de Portugal”.

Bosque de Laurisilva. El bosque de Laurisilva nos lleva a entrar en contacto con la naturaleza más auténtica. Este bosque, considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ocupa un área de unas 15.000 hectáreas y es una de las experiencias más maravillosas para descubrir parajes bien cuidados con naturaleza autóctona virgen.