La industria innovadora, un pedestal básico para el Estado del bienestar

22/06/2017

José M. Jiménez, miembro del FEI. España precisa una política industrial clara, en línea con Europa.

El Estado del bienestar tiene tres facetas principales: sanidad, justicia y educación. Desde luego, si falta alguna de estas tres cosas es difícil disfrutar de cierta calidad de vida en un país. De entre ellas, la educación es fundamental por razones de cultura tecnológica y desarrollo que explicaré más adelante, pero también es obvio que sin educación es prácticamente imposible que haya justicia o sanidad.

Sin embargo, hay un pedestal absolutamente necesario del Estado del bienestar que ayuda a sustentar las tres facetas anteriores. Este pedestal es la industria innovadora, entendida en sentido amplio, abarcando sector secundario, incluyendo transformación de producción agrícola, ganadera y minera, que es casi sector primario y, por el otro extremo, producción de intangibles industriales en la frontera con el sector terciario. No se trata de denostar otros sectores sino de que, sin una industria potente, sin ese sector secundario articulador, la economía en su conjunto languidece. La cuestión es la producción de bienes que tienen valor y que son competitivos y demandados.

La desindustrialización es un cáncer que daña gravemente la economía y la sociedad europeas desde hace décadas. Cambiar la industria por dinero es como vender el molino y luego no tener pan. La economía financiera es un ingrediente esencial de la producción, pero por sí sola no produce nada. Es como la sal en la gastronomía, ¿quién se alimenta exclusivamente de sal? Cambiar economía productiva por economía exclusivamente financiera no es sostenible, sino que ésta debe revertir en innovar la propia industria de forma continua. Se dice que hemos cambiado industria por conocimiento. ¿Puede haber industria competitiva sin conocimiento? ¿De qué sirve el conocimiento sin industria?

Foto: ‘BvOF RoboCup2013-RoboCup@Work’, por RoboCup2013, modificada (CC BY 2.0).

Es llamativo que los salarios en la industria, particularmente si ésta es innovadora, son generalmente más elevados, y que los sectores industriales tienen mayores tasas de contratación laboral indefinida. Como consecuencia, regiones más industrializadas han demostrado una mayor resistencia frente a las crisis, manteniendo mayores niveles de renta y de empleo en circunstancias adversas. Las economías fuertes y desarrolladas tienen una industria potente, innovadora y con tradición. Países como Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Rusia o China son economías potentes porque tienen una industria potente que se renueva. Uno puede tener preferencias por los modelos de Estado, pero todos ellos tienen una industria fuerte e innovadora como característica propia y, a pesar de las crisis económicas o demográficas, siguen liderando el mundo.

Producir más y mejor
Necesitamos más industria y que ésta sea más innovadora. No se trata de un capricho nacional, sino que vamos a remolque de Europa, que es a dónde pertenecemos, y si en Europa se ha fijado como objetivo que la industria incremente su contribución al PIB enarbolando la bandera de las KET (Key Enabling Technologies o Tecnologías Facilitadoras Esenciales), la digitalización y la Industria 4.0, aquí hay que hacer lo mismo. Estamos integrados en Europa y es el destino principal de nuestras exportaciones. ¿Cómo podemos crecer y mantener nuestro Estado de bienestar si no producimos más y mejor? ¿Cómo pretendemos reducir nuestros altos niveles de endeudamiento si no es con incrementos de producción o de su valor?

Además, hay un factor importante relativo a la I+D+I. Las actividades de investigación están fuertemente ligadas a la industria, y si ésta se desplaza, el desarrollo tecnológico se deslocaliza, con lo que se pierde competitividad e innovación, y el pedestal se quiebra. Ha sido un error gravísimo externalizar actividades manufactureras pensando que se podría retener el valor de su diseño y desarrollo técnico, cuando el valor añadido intangible está casi siempre totalmente integrado en el bien material producido.

Pero sabemos lo que hay que hacer. Hay que tener una política industrial clara, determinante y en línea con Europa. La política industrial es intencionada y dirigida, es consistente con la legalidad y tiene que evitar los errores y excesos del pasado. Debe ser objeto de medida y evaluación continuas, y el consenso político sobre su importancia hará, sin pactos explícitos, que sea una política de Estado. Sus autores son los políticos, que la ejecutan estableciendo los mecanismos legales y estructurales que permitan el desarrollo de una industria innovadora y que incentiven a emprender proyectos industriales con entusiasmo. Lo hacen junto con los técnicos de la Administración, ya sea estatal, autonómica e incluso local, porque no hay nada que más desee un ayuntamiento que tener producción generando empleo y renta para sus vecinos. Lo demás, solidaridad, cultura, servicios… viene por añadidura.

Si no somos capaces de tener una industria productiva potente e innovadora, se nos terminará el crédito, no podremos pagar la sanidad, la justicia ni la educación. El Estado del bienestar quedará reducido a una mínima expresión y nuestro confort dependerá casi en exclusiva del carácter simpático de nuestras gentes y de la meteorología.

 

José Manuel Jiménez, economista miembro del FEI.

José Manuel Jiménez es economista y miembro del Foro de Empresas Innovadoras (FEI). Es director general de Evaltec, empresa ligada al FEI desde que éste se constituyó.

 

Más información
⇒ Seguir en Twitter José Manuel Jiménez (@JoseEvaltec), al FEI (@FOROINNOVADORAS) y a Evaltec: @Evaltec

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