Sánchez esquiva el techo de gasto de Rajoy

04/07/2017

Luis Díez.

Como en la famosa canción, en esas llegó Pedro Sánchez López-Castejón y mandó a parar. Al Gobierno de Mariano Rajoy Brey se le acabó el suministro de votos que le prestó el PSOE para aprobar el llamado «techo de gasto» y la contención del déficit público para cumplir con la UE. Sin la generosidad del gestor Javier Fernández, el profesor Montoro habría sudado tinta china para convencer a Ciudadanos y al PNV de las bondades del ajuste al 3,6%. Vale recordar que el PSOE votó a favor de las macromagnitudes de Montoro en diciembre pasado mientras los socios de C’s se abstenían y los nacionalistas vascos, que después aprobaron el Presupuesto de este año, se pronunciaron en contra.

Aunque parezca lo contrario, no hay en política entidades abstractas, y la verdad es que algo rascó el presidente asturiano y de la gestora del PSOE, aunque sólo fuese la elevación a 700 euros del salario mínimo interprofesional, el apoyo del PP a sus Presupuestos en Asturias (y en otras autonomías donde Podemos se llamó Andanas) y hasta la colocación de un ingeniero amigo personal en el consejo de administración de Red Eléctrica. Canonjías nunca faltan entre los administradores de votos, también llamados representantes.

Ahora (este jueves) Rajoy se dispone a hacer su pedido al secretario general del primer partido de la oposición. Pero Sánchez no es el administrativo Fernández ni se le parece, sino el líder elegido por la mayoría de los afiliados de su partido. Él ha mordido el polvo frente a propios (Susana Día y los barones que lo defenestraron) y extraños (el astuto gallego y el Crusoe de la coleta), pero el polvo era mineral y le ha fortalecido. No acepta tratos, trampas ni chantajes de patriotas para los que España no es nación de naciones (o nacionalidades, como reza la Constitución) sino una mera razón social de turbios negocios políticos con capital en Suiza y testaferros en Panamá.

De ahí que Sánchez haya querido dejar claro antes de acudir a visitar al inquilino de La Moncloa que no es de recibo cargar el ajuste del déficit para reducirlo al 2,2% del PIB en 2018 sobre las costillas de los trabajadores, con más recorte sociales para la mayoría, al tiempo que beneficia con bajadas de impuestos a una minoría privilegiada. No es aceptable que la mayor restricción del gasto se imponga a las autonomías, que se encargan de los servicios sociales fundamentales como son la enseñanza, la sanidad y la dependencia. No es asumible que se impida a los ayuntamientos bien gestionados disponer de su superávit para dar empleo y mejorar los servicios. Y tampoco es razonable que se ignore el déficit de 1,6 puntos del PIB de la Seguridad Social después de agotar en cuatro años los 67.000 millones de euros del fondo de reserva y que las pensiones sólo suban el 0,25% y los sueldos públicos el 1% con la inflación por encima del 2%.

Las entidades abstractas y declaraciones de principios muy esenciales sirven para encubrir la mala política, la del tente mientras cobro, la de durar sin otro objetivo ni frontera para nuestro país que la resignación y el sufrimiento de los de abajo, a mayor gloria acumulativa de las patrióticas minorías que detentan ese medio de producción que llamamos capital. También valen, lógicamente, para vituperar al «antipatriota» Sánchez desde los medios de comunicación de derechas (o sea, casi todos). Pero ocurre que la precariedad del empleo y los salarios de miseria, principales y únicas «reformas estructurales» de la derecha patriótica (sea catalana, andaluza, vasca o del reino de León), junto con las privatizaciones de los bienes y servicios públicos, ya han sentado las bases de un esclavismo, inadmisible para quienes defienden la función social del Estado, sea éste nacional y uniforme, como sostiene el PP con supina e interesada ignorancia histórica para atraer votos, sea plurinacional y diverso.

Retomará, en fin, el dirigente del PSOE, la senda política de la construcción de la alternativa desde la oposición al PP y dejará claro al presidente Rajoy que la «gran coalición» de hecho o de derecho con la que él y algunos barones autonómicos dizque socialistas llegaron a soñar, ya es un camino bloqueado, de modo que allá se las averigüen Rajoy, Montoro y Santamaría con la derecha catalana, a la que han soliviantado con su sabiduría histórica y política, con el PNV y con el socio Albert Rivera para seguir adelante con una política de la que ni creciendo al 3% cae una maldita migaja, que diría Alberto Garzón, para los de abajo.

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