Pablo Iglesias Turrión cabreó a Mariano Rajoy Brey en el último pleno de control al Gobierno antes de las vacaciones parlamentarias. Les cuento. Preguntó jefe Coleta a gran jefe Cabello Tintado cuanto costar al común la corrupción de su tribu (el PP). Y le contestó éste que la corrupción, «incluso la suya, que tiene bula», ser muy mala y por eso él combatirla con todos los medios a su alcance.

Entendió jefe Coleta que el responsable superior rehuía el lance y sacó cifras: 23,5 millones del Canal de Isabel II (trama Lezo), igual al coste de 52.000 hospitalizados un día y a cien aparatos de hacer mamografías; 863 millones trama Gurtel, igual a 60.000 becas de médicos residentes; 500 millones trama Púnica, igual al coste de un millón de personas hospitalizadas. Y así sucesivamente. «Ya sé que usted me va a decir que un vaso es un vaso y me va a hablar de Venezuela, pero el coste de la corrupción de su gobierno lo estamos pagando los españoles».

Se soliviantó el gran jefe Cabello Tintado y comoquiera que los de la tribu podemita vetaron horas antes una declaración parlamentaria de apoyo al opositor venezolano Leopoldo López (excarcelado después de tres años por mediación de ZP) y de respaldo a la democracia en el país hermano, le espetó: «Yo lucho contra la corrupción, también la suya, la de quienes dicen que Leopoldo López es un golpista. Esa es la corrupción de la democracia, la que ustedes practican porque les han pagado y no son libres para defender la democracia».

La afirmación del gran jefe galaico, retratando al jefe Coleta como una marioneta del régimen bolivariano que le suministró biberones de leche materna (dinero) para crecer y desarrollarse provocó fuertes y prolongados aplausos de la tribu popular. Lógico. Ni siquiera cuando el jefe Coleta defendió la moción de censura por corrupción se había atrevido el jefe Cabello Tintado a reducir la ética y la política del agitador de masas contra la injusticia capitalista al nivel de la suela del zapato. Y eso ocurrió por fin en sede parlamentaria.

Quizá por contagio, minutos después, el ministro de Economía, Luis de Guindos, dijo «suela» y no «suelo». En el argot del escalafón tribal sería este Guindos subjefe Cráneo Brillante, sin demérito de Cristobal Montoro, que colocó el techo de gasto en 120.000 euros para 2018 y lo dejó bien asentado con dos votos de diferencia gracias a la abstención de ese fiel de la balanza procedente de Canarias y ya es famoso: Pedro Quevedo. Preguntó el socialista andaluz Miguel Ángel Heredia, un hombre cúbico, por qué rayos la banca no devuelve mediante acuerdo amistoso el dinero de las cláusulas suelo que cobró ilegalmente a más de tres millones y medio de personas, y contestó Cráneo Brillante que el Gobierno ha hecho un decreto para facilitar las devoluciones sin litigio judicial. De hecho, Bankia, que es pública (de momento) ya ha devuelto 181 millones.

Se quejó el cúbico Heredia de que el Gobierno esté haciendo las cosas mal, es decir, a favor de la banca y en contra de la gente a la que los bancos «han birlado 3.700 millones de euros con las hipotecas», y haya acordado con el Consejo del Poder Judicial asignar un juzgado en cada provincia para recibir y resolver las reclamaciones. «En Málaga, de donde yo soy, un solo juzgado tendrá que resolver más de 50.000 reclamaciones, con la consiguiente tardanza en la tramitación. En vez de ser los juzgados de cada localidad los que resuelvan las reclamaciones, esa concentración en un juzgado de la capital de cada provincia provocará años de espera de la devolución del dinero».

A modo de consuelo anunció Guindos: «Más allá del problema de las cláusulas suela, estamos trabajando en una nueva ley de contratos hipotecarios en la que prevalezca la transparencia». Lo que no quita que, con suelo y suela, también en esta materia se verifique el título de la famosa película de Woody Allen «Coge el dinero y corre». Ah, y el próximo pleno ordinario sucederá en la segunda semana de septiembre.