La clave del Procés

07/08/2017

Joaquim Borrás Ferré.

Dice la historia que en la ciudad de Viterbo, en el Lacio Italiano, a un centenar de kilómetros de Roma, se produjo el Cónclave más largo que se conoce. Aconteció en 1268 y duró treinta y cuatro meses. Al morir el Papa Clemente IV, los cardenales reunidos en la sede Papal de Viterbo, no llegaban a un acuerdo para la elección del nuevo Sumo Pontífice a causa de confrontaciones políticas entre ellos y los políticos de Roma. Se erigieron dos facciones, la que representaba a Francia y la de los partidarios de intereses italianos. Al pueblo de Viterbo le tocaba sufragar los gastos de todos los purpurados, quienes entraban y salían de la Sede, dormían y comían a costa de todos ellos. Tan bien estaban, que no tenían prisa por decidir. Pero al fin, para presionar un desenlace más acelerado y por primera vez en la historia, los cardenales fueron confinados en el palacio papal, donde fueron incomunicados, encerrados bajo llave (Con clave). Pero tampoco así decidieron. Y los magistrados de Viterbo, tuvieron que ordenar levantar el techo del recinto, para que sufrieran las inclemencias del tiempo y, además, reducir la comida a pan y agua. Entonces, decidieron en poco tiempo.

En un artículo de La Vanguardia del 3 de octubre de 2017, leo la siguiente noticia:

“El Tribunal Constitucional de España ha dictaminado que el coste económico, político y social de la falta de diálogo entre Cataluña y España es excesivamente alto para el país. Los líderes políticos, interesados en sus propias carreras y en los resultados de las próximas elecciones, no tienen interés ni prisa en cerrar la cuestión. Por eso, han obligado a los representantes del principal arco político a reunirse en el Monasterio de Piedra, a medio camino entre Cataluña y Madrid. No pueden salir del templo hasta que se firme un acuerdo aceptable para todas las partes. Nadie puede tampoco entrar. No se  permite el uso de teléfonos, aparatos de radio ni dispositivos digitales. Incomunicación total. No hay calefaccion ni aire acondicionado ni electricidad. Los participantes descansan sobre los bancos de la iglesia. Solamente hay un baño. Ninguna ducha. La comida consistirá en pan, tomate y aceite. Agua del río Piedra. Mientras están en el monasterio, su remuneración es nula.

Después de intensas deliberaciones, el TC, que ha pensado en el bien común de los ciudadanos, ha decidido de forma arbitraria quienes son los integrantes. Negarse a participar significa el inicio de un proceso penal. Por el PP se encuentran en el santuario Mariano Rajoy, Soraya Sanz de Santamaría y Xavier García Albiol; por el PSOE Pedro Sánchez y Miquel Iceta; por Ciutatans Albert Rivera e Inés Arrimadas; por Podemos Pablo Iglesias; por Junts per Si Carles Puigdemon, Oriol Junqueras y Neus Munté. El Tribunal aceptará cualquier pacto, aunque sea contrario a la Constitución , pues los presentes representan más del 80% del electorado y, por tanto, podrán refrendar el eventual acuerdo en Las Cortes con posterioridad. Al caer la noche, cada día se llevara a cabo una votación de las propuestas que presente cada grupo. Sólo habrá fumata blanca cuando una de ellas consiga la aceptación de ¾ partes de los asistentes, es decir, nueve de los once políticos deben estar a favor. El Conclave, acaba de empezar. Existe un gran optimismo sobre la pronta resolución del problema catalán.

Al igual que ocurrió en Viterbo, nuestros representantes políticos no tienen presión para solucionar lo que es uno de los principales retos de nuestro país. Cobran sus sueldos puntualmente, disfrutan de buenas comidas, jugosas dietas, atención mediática. Dependen de sus “aparatos” y calculan los efectos de sus acciones sobre los electores. Juegan al ajedrez político, pero no esperan ganar o perder a corto plazo, sino a alargar la partida. ¿Serán conscientes del daño que infligen a todos los ciudadanos alargando un conflicto que, como tinta de calamar, esconde los problemas reales de nuestra sociedad?. Unos aprietan, amenazando con acciones no soportadas por un respaldo mayoritario del electorado. Otros, de espaldas al sol, esperan inconscientemente a que las cosas se arreglen solas sin quemarse la cara. Los demás, cual veletas, se dejan llevar por el viento reinante del día.

Hagamos como en Viterbo. Pongámoslos en una situación en la que se vean obligados a decidir, rápido, teniendo en cuenta todas las posiciones y sin anclajes insustanciales. Libres de las cansinas consignas constitucionales de una Carta Magna obsoleta, escrita por gente que, como yo, ya no representamos el futuro, pueden reescribir el nuevo acoplamiento entre dos naciones que, hasta hace muy poco, se apreciaban y se complementaban. Respetando e incluso apreciando la diferencia, por ambas partes. Estableciendo una autonomía real y auténtica, sin jugar a dar y quitar según el barómetro del CIS. Reconociendo que el balance económico debe premiar a los que más producen, para incentivar a los que remolonean desde hace más de tres décadas a que espabilen. Escuchando a la gente: cuando más de cinco millones de personas piden algo, no puede ser ilegal, pues la legalidad la hacemos las personas. Admitiendo que el café para todos no es ecuánime, sino que se lo pregunten a los vascos y los navarros, que capean mejor que nadie los temporales. Aceptando que las lenguas históricas son una necesidad y un derecho, no un entretenimiento.

La clave del éxito es lograr la armonía, la proporción, el respeto,… hasta diría que el amor verdadero. Y si no lo consiguen, que se vayan.

 

 

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