Con una impresionante carrera a sus espaldas, Ignasi Vidal – actor, director y dramaturgo – presentaba este jueves en Madrid El cíclope y otras rarezas de amor; una creación que, firmada y dirigida por el propio Vidal, pretende bucear en la complejidad del amor, basándose en una estructura coral, y con un problemático lirismo de fondo; y cuya representación permanecerá en los Teatros del Canal hasta el próximo 17 de septiembre.

Vidal (1973) ha destacado como actor de teatro musical, intérprete de televisión y por si fuera poco cantante. Además, el catalán también saca tiempo para la escritura teatral. Una faceta de su talento esta con la cual ha logrado diversos éxitos (El plan, Dignidad), y prestigiosos galardones, así como giras internacionales. Ahora, bajo la dirección del mismo actor y dramaturgo, llega a las tablas El cíclope, un drama para cinco personajes que toma su nombre de un texto de la mítica Rayuela, la novela de Cortázar.

Vidas cruzadas

Cinco personajes que observan cómo, a diferentes edades, su vida se ve trastocada por el poderoso influjo del amor. Para ello Vidal ha optado por una estructura coral. Y ha reclutado como intérpretes a un reparto televisivo donde destacan, por un lado, Eva Isanta – Aquí no hay quien viva – y Manuel Baqueiro – Amar en tiempos revueltos –; el curtido Daniel Freire – Hamlet, de Miguel del Arco –; y las jóvenes Celia Vioque y Sara Rivero.

La obra, respondiendo a un esquema de ‘vidas cruzadas’ – al igual que la película de Robert Altman–, teje así fragmento a fragmento su hilo argumental. Fragmentos que se cruzan y que componen finalmente un fresco, que intenta hacer diana sobre tan escurridizo tema, el del amor.

Para ello, Vidal toma como referencia la novela de Cortázar, y en particular una de sus más hermosos textos. Enfrentado entonces al problema de delinear cada una de sus piezas, y no errar en su composición final, hay que decir, sin embargo, que lamentablemente Vidal no acierta a cumplir con sus objetivos.

Por el contrario, el resultado, por culpa de un lirismo de corto vuelo, y de una controvertida puesta en escena, queda lejos de esta pretensión.

La influencia de Rayuela

El texto, como decíamos, toma como referencia el encendido lirismo de Rayuela, la legendaria novela de Cortázar. Sin embargo, esta influencia, lejos de resultar interesante, termina por convertirse en molesta; cargante incluso. Así sucede en los indigestos parlamentos de algunos de sus personajes, como por ejemplo los de la pareja que retoma su amor, y que, ahora, años después, no paran de leerse el uno al otro la sonrisa y la mirada. Puro plomo, si se me permite la expresión.

Una reiteración que afecta, no solo a algunas partes de la obra, sino que constituye uno de los problemas fundamentales del conjunto de la obra. Y que lastra por un lado monólogos como el de la veinteañera enamorada, sin verdadera profundidad, y por otro, por ejemplo, el cierre de la obra, cuando un intento de clausura circular deviene en pura repetición, más que en recurso moralizante.

Problemas estos que tampoco ayuda a superar un giro brusco de la trama, como el que tiene lugar al encarar la recta final de la representación, y cuya falta de pertinencia estalla como un petardo en medio de la trama. Eso y, ya en materia de puesta en escena, una anticuado uso de la escenografía, con unas tablas móviles cuyo uso resulta absolutamente superfluo, dificultan la llegada satisfactoria de la obra al espectador, en mi opinión.

Una falta de intensidad, en suma, y de desarrollo dramático que convierte en largos los apenas 90 minutos de la representación. Y que malogra los esfuerzos de Manuel Baqueiro, un actor que interpreta con encanto en su papel, y del resto del reparto, donde Isanta y Freire intervienen con solvencia, y donde las jóvenes Rivero y Vioque se muestra algo verdes en su interpretación; en particular, la primera en el tránsito de las diferentes emociones; y, la segunda, en las réplicas rápidas.