Pleno de campanario

30/08/2017

Luis Díez.

“Dimita usted por dignidad”, ha exigido a Mariano Rajoy la portavoz socialista, Margarita Robles, recién caída de un guindo. Parece mentira que una persona tan experimentada como Robles, viceministra del Interior en la última etapa de Felipe González, desconozca los denodados esfuerzos de supervivencia de Rajoy, un político con armarios llenos de cadáveres de sus adversarios internos, al que la tangentópolis o costumbre de pasar la gorra para financiar al partido siempre le pareció algo tan natural como la vida misma.

Pedir la dimisión de Rajoy, argumentando que es un presidente complaciente con la corrupción o un gobernante pasivo ante un fenómeno sistémico que se ha convertido en la segunda preocupación de los españoles, después del paro, equivale a repetir el número de la cabra en el pleno del Congreso de los Diputados o, si lo prefieren, a lanzar unos petardos para hacer ruido y atraer la atención del personal.

Del pleno extraordinario para forzar al presidente del Gobierno a deponer algo más de lo que ya dijo al tribunal de la Gurtel hace más de un mes (o sea, nada) se desprendieron algunas lecciones documentales, como que Robles tuvo que declarar por el caso del asesinato de Lasa y Zabala, por el que finalmente fue condenado el general Galindo, o que Pablo Iglesias tuvo que repetir que «es mentira» que el régimen chavista haya financiado a Podemos. A ambos asuntos aludió Rajoy en legítima defensa.

La segunda lección del pleno extraordinario ha sido la verificación de que la inutilidad puede alcanzar el grado sumo y convertirse en un ejercicio similar al de lavar la cabeza de un burro, con la consiguiente pérdida de tiempo, agua y jabón. Si eso menoscaba el crédito de la institución, tanto da que da lo mismo. Es como si el sentido del ridículo de los políticos hubiera emigrado al extranjero a buscar trabajo.

La tercera enseñanza y quizá la principal en términos periodísticos ha sido la invitación de Rajoy a los oponentes del PSOE y Podemos a presentar una moción de censura (sería la segunda) para echarle. La moción se deriva además de la lógica jurídica y política de quienes han forzado el pleno extraordinario. Y si no asumen el reto de Rajoy  y la propia lógica parlamentaria, debe de ser porque ni Pedro Sánchez ni Pablo Iglesias han hecho bien su trabajo o ni siquiera han intentado hacerlo. Su política de campanario delata una evidente falta de rigor y seriedad. También de utilidad para los españoles.

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