Edad poética

18/09/2017

Joaquín Pérez Azaústre.

En esto de escribir y vivir, uno siempre está en el punto cero. Eso sí: con más o menos recorrido a cuestas. Avanzamos, nos detenemos, medimos el paisaje y acotamos una identidad, pero ya no es posible regresar al lugar del origen. Uno puede ser siempre un poeta joven, como le escribió un día Octavio Paz a Pere Gimferrer, pero no el mismo poeta joven. Uno, en ese magnetismo con las novedades, sigue atento a quienes llevan más rodaje, con itinerario singular, y continúa leyendo los nuevos libros de Gimferrer, de Antonio Colinas, de Luis Antonio de Villena o de Felipe Benítez Reyes, que son ya coordenadas recorridas con pulso de misterio y de revelación, y son un mundo propio.

Y si observamos detenidamente a ambos lados de la carretera, en una edad cercana, encontramos sorpresas como el gran primer libro de Jacobo Llano, La memoria de los peces (Visor), hermanado en el tema fracturado y sangrante de la muerte del padre con el narrativo, seco y hondo Crónica natural (Visor), de Andrés Barba, o el reciente Padre, de Juan Vicente Piqueras (Renacimiento), que es la desolación tras el duro regreso a un territorio de pérdida que se vuelve a habitar. Pero si miramos por el espejo retrovisor, por mucho que uno siempre sienta algo naciente al escribir un poema, vienen los que son de verdad jóvenes: nombres potentes como Berta García Faet o Unai Velasco, que tras poner el contador a cero han abierto los límites del lenguaje con su intertextualidad y un nuevo culturalismo más ligero, que entra y sale del discurso emocional fragmentado. O como Ángelo Néstore, que en Actos impuros (Hiperión) desentraña una poesía andrógina de brillante belleza, confesional y directa, libre y sensual, en el acecho a la paternidad y a la maternidad, con su semilla lírica sobre una tierra fértil después de su escritura. Más allá de los géneros, ante el amor y el hambre.

Otra poesía joven sale al paso, con su propio escenario. Como escribió Valente en su poema Punto cero: “Los poetas del ramo barren / con su lengua falaz escalafones / tristes. / Lautréamont y Rimbaud murieron. / Salud, adolescentes de la tierra”.

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