54 Bienal de Venecia: Espectáculo y reivindicación entre luces y sombras

06/06/2011

Eva Fernández Ruiz - enviada especial a Venecia.

La Bienal de Venecia se considera “las olimpiadas del arte” por varias razones: ocurre cada dos años, no se comercializan las obras como objetivo principal, y se centra en las exposiciones presentadas por  países de todo el mundo en diferentes pabellones. Este año, la 54 edición ha crecido en número de participantes, con un total de 89 naciones que proponen sus diferentes identidades artísticas.

Al margen del crecimiento numérico (también en visitantes durante los primeros días con respecto a la pasada edición), arranca la bienal en medio de una crisis global de la que el arte parece querer salir, o ni tan siquiera entrar. Incluso, el título que la bautiza, “Iluminations” ( Iluminaciones), pretende arrojar luz sobre cuestiones políticas y sociales, y al mismo tiempo ofrece propuestas banales que permanecen un segundo en la retina, como mero descubrimiento ilusorio o lúdico.

Esta gran cita del arte tiene dos lugares que se complementan: los espacios verdes del Giardini (donde se concentran los 28 pabellones internacionales permanentes que representan a 30 países) y las naves del Arsenale, que acogen la obra de más de 80 artistas. El resto de propuestas, se albergan en  palacios de diversos lugares de la ciudad de Venecia, como los países que no tienen pabellón propio en Giardini, o los incorporados recientemente.

Los pabellones del Giardini son diferentes entre sí,  se alejan de la cosificación de una feria. Además, las propuestas de cada país son dispares y el resultado final consigue, solo en algunos casos, un diálogo coherente. Precisamente, esto es lo que reivindica la bienal: mostrar la realidad del mundo actual como un conjunto de diversas identidades que conviven en lo global y, en concreto, mediante un discurso entre artistas, naciones y etapas del mundo del arte. Sobre todas estas pretensiones, “iluminar” a los visitantes es lo que  quisiera la comisaria de este año, Bice Curiger (conservadora jefe de la Kunsthouse de Zurich), en el edificio central de Arsenale, donde reúne a 83 artistas internacionales bajo el mismo tema, incluido el guipuzcoano Asier Mendieta. Y aún así, a pesar de la mucha luz real que utilizan los artistas, la propuesta se queda entre luces y sombras.

Un gran escenario de ofertas variopintas, que algunas rozan el espectáculo, la crítica y denuncia brutal, otras lo “antiexposición”, otras el “ready made”…, y otras, a las que nunca llegaremos por estar en rincones que se nos pierden a la vista.  En este recorrido de descubrimientos, habría que dedicarle demasiado tiempo a algunas propuestas, y demasiado poco a otras.

Entre los solemnes pabellones internacionales del Giardini, destacan, por diferentes razones:

El pabellón de Alemania: que ha resultado ser el galardonado con el León de oro. El recientemente fallecido director de teatro, ópera y cine Schlingensief, recibió el encargo de montar la muestra para el pabellón, pero murió en agosto de 2010 de cáncer, a los 49 años. La comisaria Susanne Gaensheimer, se hizo cargo entonces de presentar en la Bienal los proyectos del artista. El premio, sobretodo, es un reconocimiento al trabajo del pabellón en plantear una reflexión política y de la culpa o responsabilidad.

El pabellón de Estados Unidos, llamado “Gloria”, es una apuesta radical y arriesgada, que combina el espectáculo con seis nuevos trabajos del dúo de artistas puertorriqueño Allora & Calzadilla. Su ironía antimilitarista representada, por ejemplo, en un tanque boca arriba sobre el que corre un atleta en una cinta de fitness, es una de las imágenes de La Bienal. Entre los atletas que participan en la performance, esta el medalla de oro olímpico de decatlon Dan O’Brien. Dentro del pabellón, han instalado una estatua de la Libertad en una cabina de rayos UVA. O unos asientos de business de un avión, donde bailarines hacen acrobacias…, acusación militar, a la eterna juventud, a la nacionalista, a la cultural…

En nuestro pabellón de España, la artistas vallisoletana Dora García (Valladolid, 1965) se presenta, junto con el comisariado de Katya García- Antón, como una de las propuestas más documentadas y trabajadas, pero más difíciles de entender en un simple acercamiento.

Bajo el título de “Lo inadecuado”, García impulsa un proyecto que gira entorno a una “performance”, en la que un grupo de invitados realiza las ideas que genera la artista. Hay colaboradores que retratan en texto en una maquina de escribir las actitudes del publico que se acerca hasta el pabellón. Hay vitrinas, un libro que acompaña a la historia, una Web que muestra lo que esta sucediendo hasta octubre, y vídeos en los que se reflexiona sobre la antisiquiatría y los modales esquizofrénicos del lenguaje. Es decir, lo antisocial, lo marginal, o lo “inadecuado”.

Mucho mensaje y mucho discurso para un gran proyecto que, lamentablemente, pasara inadvertido para muchos que no tengan el tiempo “suficiente”. Ya son varios los años que presentamos  artistas con propuestas conceptuales y documentales. Por algo será que vamos en dirección opuesta a otros países.

El pabellón de Bélgica tiene como invitado al artista asturiano Ángel Vergara, comisariado por Luc Tuymans. Su trabajo es una sucesión de vídeos a modo de protesta, que nos hablan de los siete pecados capitales y tienen como principales protagonistas a algunos de los líderes mundiales ( Obama, Berlusconi). Sobre las proyecciones de todos ellos, Vergara pinta unos cristales que luego se exponen en otras de las salas. Una de las propuestas críticas más coherente, estética e interesante.

Gran Bretaña presenta con Mike Nelson la gran instalación de una casa turca en estado de desolación, oscura y sin aire aparente, con los techos bajos, donde el silencio aturde y la sangre apunta al dolor. Nelson vivió en Estambul varios años, y ha modificado durante tres meses el pabellón para conseguir un resultado sobrecogedor de denuncia.

El suelo suizo apuesta por el controvertido Thomas Hirschhorn, que ha dado forma a una cueva virtual confeccionada con plástico, papel de aluminio, cartones y cristal, donde se proyectan vídeos devastadores de las revueltas árabes o de la situación palestina, mezclados con muñecas Barbie…, un totum revolutum de la sociedad actual desde la visión tremendista del polémico artista.

El Pabellón central, al que se le da especial atención por razones obvias, propone un viaje que arranca con Philippe Parreno y su “Iluminacion”, y continúa con tres grandes piezas de Tintoretto, “artista de artistas”. Aunque iglesias y palacios de Venecia tienen obra del prolífico creador veneciano, este año la exposición internacional cuenta con Tintoretto como invitado de referencia. Tres de sus obras maestras («La Última Cena», «El robo del cuerpo de San Marcos» y «La creación de los animales») cuelgan en las paredes de una de las salas. Maestro de la luz, continúa siendo una referencia para muchos artistas, entre otros, algunos de los que exhiben en otras salas, que le rinden tributo con sus piezas. En la misma propuesta, esta Sigmar Polke o la sobrecogedora instalación de palomas que nos persigue en el techo de las instalaciones, de Maurizio Cattelan.

El pabellón francés “rescata” a Boltanski. Con “Chance” (Suerte). El irregular artista francés, sigue abordando los temas del azar y lo aleatorio que tanto le interesan. Ocupa todo el pabellón una compleja estructura de andamios, sobre el que pasan disparadas fotos de niños, como si se tratara de un nacimiento cada día.

Dinamarca otorga un espacio al discurso. “Speech matters” ( El dialogo importa), presenta a varios artistas entre los que destaco a la fotógrafa  neoyorquina Taryn Simon, con sus imágenes tipo “radiografía” de la sociedad americana y de lo que “ no se ve”.

Camino ya de las peculiares instalaciones de Arsenale, con la bolsa del catálogo a hombros y varios folletos en mano, consigo ver el resto de pabellones que forman parte de la Bienal. Los eventos colaterales y los pabellones invitados que se encuentran en el centro de Venecia habrá que dejarlos para el resto de días…

Naomi Campbel salía cuando yo entraba en el pabellón central. Es normal que un evento de arte reúna a personalidades de diferentes tipos, no entremos en el detalle de si son amantes del arte o no.  Tony Blair, Jacques Chirac, Leonardo DiCaprio, o Salma Hayek –esposa del coleccionista Pinault-, también se pasearon por los pabellones.

El país anfitrión, Italia, celebra este año el 150 aniversario de la unificación italiana. Un espacio que pretende simular el taller de un artista. Piezas en rincones, en dobles alturas, y hasta en cajas guardadas. Lo santo con lo profano, un Jesucristo crucificado en calzoncillos de la marca Dolce y Gabbana, homenajes a Gadafi y Bin Laden y una pareja de jóvenes vivos y desnudos que se ofrecen en enormes tronos de caucho, figuran entre las numerosas provocaciones del pabellón. Al fondo de los enormes espacios del Arsenal, el pabellón de Italia este año no pasa desapercibido y suscita polémica y hasta indignación por la presencia de obras mezcladas de unos doscientos artistas italianos.

Escogidos por unas 200 personalidades y personajes de la cultura y el espectáculo, y no personalmente según el criterio del curador del pabellón, la idea ha generado controversia en el mundo de la cultura italiana. El particular proyecto es del controvertido histórico y crítico de arte Vittorio Sgarbi, «comisario» del pabellón, conocido por su personalidad mediática, sus ataques iracundos durante los programas de televisión y su cercanía al jefe de gobierno, Silvio Berlusconi.

Artistas renombrados como Enzo Cucchi y Maurizio Cattelan, comparten espacio en forma desordenada con jóvenes y anónimos, como en una gran feria de arte popular.

«Una bella idea, pero mucho caos», comentaron desconcertados dos renombrados e independientes críticos de arte.

La provocación de Sgarbi abre un debate sobre el papel del crítico y del galerista, sobre la necesidad de ofrecer con jerarquía las tendencias del arte contemporáneo. Sgarbi también arremete contra modistos y estilistas, y acusa a Trussardi, Prada o Fendi de haber «comercializado el arte».

Bajo el lema del pabellón «El arte no es Cosa Nostra», Sgarbi aprovechó también para reproducir una parte del museo de la antimafia de Salemi, un lejano pueblo siciliano que eligió al crítico como alcalde…

Parte del espectáculo, la polémica y la reivindicación, se encuentran pues en este pabellón.

Dentro de la exposición central “Iluminations”, Urs Fischer trae a la bienal una instalación impresionante hecha completamente de cera. En ella vemos a un turista que admira con las gafas subidas hasta la frente una gran escultura clásica compuesta de tres figuras. Y a su lado, un sillón vacío. Las tres piezas llevan en su interior una o varias velas que las van derritiendo con el paso del tiempo. Una relación entre el visitante, la obra de arte, y su extinción. Muy cerca de esta pieza, se encuentra otra de las obras estrella de este año: una instalación de James Turrell, el genio de la luz en el arte contemporáneo.

En otra gran sala con sofás (que siempre están llenos),se proyecta la película “The Clock”, del norteamericano Christian Marclay, premio León de Oro de esta edición. Realizada con fragmentos de filmes clásicos, tiene una duración de 24 horas reales. La hora que aparece en los relojes de los distintos fragmentos de películas, coincide exactamente con la que tienen nuestros relojes en el momento en el que la estamos viendo. Una verdadera obra maestra. En Nueva York había continuas colas para ver el vídeo durante su exhibición unos meses atrás. Y la pregunta de la semana era:” ¿Qué hora te ha tocado a ti?”.

Los premiados por la labor de toda una vida, anunciados ya con anterioridad, han sido para la estadounidense Elaine Sturtevant, nacida en 1930, y el austríaco Franz West (1947), del que destaca su gran escultura rosa en los jardines de Arsenale,  y la reproducción de una cocina de su propia casa en Viena, dentro del pabellón.

El joven Haroon Mirza, artista inglés que crea instalaciones con objetos de segunda mano, se ha hecho con el León de Plata a la Joven Promesa, por el «modo en que su trabajo captura inmediatamente al espectador con su refrescante uso del contraste entre debilidad y poder». El reciclado, elemento fundamental de las obras de Mirza, ha sido una constante en varias de las propuestas de esta edición de la Bienal.

Al salir de tan prolífico recorrido del Pret a porter del arte, vemos un gran yate llamado “Luna”, una espectacular construcción que hace ostentación al lado de otros barcos que pretender serlo. Me comentan que es de Roman Abramovich, que no estaba ahí sólo para comprar arte, digo yo. Pero el “arte” de este yate no parece haber caído bien a los venecianos. Marco Paolini, co- director del famoso Cafè Florian de la Plaza de San Marcos, café donde se fraguó el lanzamiento de la primera Bienal en 1895, ha denunciado y llamado públicamente “ el barco idiota” al magnate ruso.

Dejando a un lado todo tipo de anécdotas que ocurren en la cita más importante del arte, siempre hay una salida para los que no puedan acercarse a disfrutar de esta experiencia multicultural, y en concreto, para los que tengan iphone o iPad, que podrán hacer una visita virtual de los pabellones y artistas. Lo virtual gana terreno, incluso en las obras de arte. Pero, para no perder la realidad, qué mejor que “tocar”, discutir, y conversar.

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