Hace un mes, en el open day de Coach, descubrí el reloj de agente 0007 que llevaba Nuria March en su muñeca. Me llamó la atención que fuera de color fosforito, ahora llamado flúor.

Los Coach estupendos, no esperaba menos de esos bolsos que se fabrican en la América profunda, pero me quedó la curiosidad de comprobar que aquello funcionaba. Así que la llamé al móvil y efectivamente, le sonó la muñeca.

Ahora, durante este fin de semana en aguas de Blanes, los he visto presentados en sociedad en el III Trofeo de vela de Carla Bulgaria Roses Beauty. Unas regatas que son posibles gracias al patrocinio de las perfumerías If. Aprovecho para hacerme la vidente, y vaticinar que desbancará a la Copa del Rey de Vela de Palma de Mallorca y que los If recogerán sus beneficios como en su día les pasó a los Puig. Ya que en esta competición también hay alcurnia, el alma mater es Carla, casada con un príncipe con el linaje más noble de los que existen en Europa, los Sajonia-Coburgo. Es decir, que unen las coronas con la realidad -todos son príncipes independientes y con carreras universitarias de las que se sacan a base de codos- y eso, además de situarlos en el mundo real sin privilegios, se agradece mucho.  Sin ir más lejos, Kubrat, el marido de Carla es médico.

Volviendo al Burg, decir que es holandés y que los botoncitos discretos de la esfera son las teclas para marcar. Que se puede utilizar con auriculares y con un micrófono. Que son la versión moderna del zapatófono de James Bond, el súper agente 007 y que, otro vidente, el gran Luis María Ánson -con acento en la á porque es apellido de origen inglés- ya dijo hace unos 15 años -cuando los móviles comenzaron a colonizar nuestra vida- que llegaría el día en el que llevaríamos el teléfono en la muñeca. Pues ese gran día llegó porque el Burg -129 euros- se vende en El Corte Inglés de Castellana en Madrid, en la elegante Aspesi y en el centro comercial madrileño Xanadu, donde, dicho sea de paso, Letizia Ortiz aprendió a esquiar