Las rutilantes ruinas de la memoria sentimental

06/10/2017

Miguel Ángel Valero. Joaquín Pérez Azaústre hace un original homenaje al cine en "Poemas para ser leídos en un centro comercial".

No he leído «Poemas para ser leídos en un centro comercial» (colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara) en uno de esos «instrumentos retóricos de la cultura capitalista», porque no suelo frecuentarlos. Pero en sus 130 páginas uno se encuentra con que, «en estos tiempos adversos para la cultura y el cuidado de la palabra», alguien es capaz de hacer versos (también prosa), a unos establecimientos que «parece que están en caída libre».

Al mismo tiempo, es un original homenaje al cine, precisamente cuando éste ha sufrido una degradación como referente de la cultura popular y como lugar de encuentro. El escritor cordobés atraviesa «las ruinas rutilantes de nuestra memoria sentimental, poblada por escenas y personajes de un imaginario compartido» para dejar constancia de las películas que le generaron «experiencias potentes», y de los lugares que «me siguen narrando una vez que la acción ha terminado, pasa el tiempo, y me siguen diciendo cosas».

«Poemas para ser leídos en un centro comercial» es una obra que llama la atención, y no solo por su original título. Sobre todo, por sus abundantes y reveladoras alusiones cinematográficas. Pero también porque muchos de los mejores versos de la obra están en prosa, y los relatos más logrados están versificados, lo que demuestra la capacidad de la poesía para asumir cualquier discurso artístico.

Son poemas que hablan «de la maldad de un torturados con las manos pequeñas espiando el recreo de los niños». Y de que «la única redención nos espera en las aguas». «El presente ha vuelto a reencontrarse con un mundo fugaz que nos mira y no nos reconoce», pero al mismo tiempo «la esperanza es el sueño de mañana, el relato encendido de los ojos que atraviesan el tiempo, con sus horas de plomo, mientras el cielo arde». Para mostrar «la mirada profunda en el vacío de una vida que asiste a su condenación»

Describe «un resplandor de trigo» y un sol que «es verde sobre la piel cenital del crepúsculo». Pero también «un sol de cerezas llameando al oeste». Posiblemente, la imagen más lograda del libro.

Pérez Azaústre habla de «la fiebre natural de los cuerpos celestes en ese sorbo helado en la piscina». Y de un instante «con esa prontitud que adelanta a las olas en lo que dura, apenas, el parpadeo del mar».

«Vámonos al campo a pasar el domingo», dice a Gilda, «temblor de mariposa», en los últimos versos de esos magnificos «Poemas para ser leídos en un centro comercial».

¿Te ha parecido interesante?

(+1 puntos, 1 votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.