En el principio estaba la sed

13/10/2017

Miguel Ángel Valero. Juan Vicente Piqueras hace en "Narciso y ecos" una trabajadísima reinterpretación del mito clásico y una profunda reflexión sobre el narcisismo.

Parece que la Biblia se equivoca. En el principio no estaba la palabra, con la que Dios crea los cielos, la tierra y todo lo que existe. En «Narciso y ecos» (colección Vandalia, de la Fundación José Manuel Lara), Juan Vicente Piqueras (autor de los libros de poemas «Tentativas de un héroe derrotado», «Castillos de Aquitania», «La palabra cuando», «La latitud de los caballos», «Adverbios de lugar», «Aldea», «Palmeras», «La hora de irse», «Yo que tú», «Atenas», «La ola tatuada», «Padre», y «Animales», y traductor de Tonino Guerra, Izet Sarajlic, Ana Blandiana, Kostas Vrachós, Elisa Biagini y Cesare Zavattini), cree que en el principio estaba la sed. El problema, como ya plantea Antonio Machado, es «para qué sirve la sed«. Y deja muy claro el drama del narcisismo: «Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, dice el hombre. Ya empezamos» (página 122).

Piqueras no hace caso a Hipócrates, «lo mejor para la sed, cuando no hay agua, es el silencio» (página 13). Y habla a través de poemas, aforismos, microrelatos, epitafios y reflexiones, además de realizar una personal y trabajadísima interpretación del mito de Narciso (griego) y el de Eco (latino), y una profunda reflexión sobre uno de los grandes males de la humanidad; el narcisismo.

«Yo es un laberinto convencido de que hallará en su centro la salida. Pero un laberinto es un lugar que no conduce a ninguna parte, un lugar del que solo hay que salir«, explica Piqueras en «Narciso y ecos» (página 124).

El narcisista es «alguien que lleva un ramo de narcisos/a su propia tumba» (página 45), no en vano «el narciso es la flor de los cementerios» (página 133). También proclama que «para morir de amor no necesito a nadie» (página 49), y que «en la voz que lo llama él se desea» (página 128)  Es «fuego que nunca fundará un hogar» (página 55). Que reconoce que «mato a las personas que me aman»  ya que «no podía amarlas como eran/porque no puedo amarme como soy» (páginas 57 y 58). Y que «la paz que busco está en el pozo donde se suicidaron los milagros» (página 59).

Narciso olvida que «no se puede amar solo» (página 67), que «de todo semen que no conoce vientre/nunca nacerá nada» (página 87). El mejor retrato que Piqueras hace de los narcisistas es el poema «Pronombres personales» (página 69) y en versos como «soy verbo sin sujeto: soy sin yo» (página 73). Su mayor miedo «es quedarme solo/sin nadie que me escuche/porque yo a nadie escucho» (página 77). Pero exclama «¡Qué ganas tengo/de no querer saber nada de mí» (página 89).

Es «un héroe derrotado/cuya espada es la espera» (página 95). Pero Piqueras avisa: «El narciso que es yo se resiste a morir» (página 105). Y pide «que nadie derrame sus lágrimas/por alguien que no supo amar» (página 109).

«Los peligros de amar lo que se nos parece son mucho mayores que los de amar lo ajeno, lo distinto, lo que no es como nosotros», advierte el poeta en la página 133 de «Narciso y ecos». Y que «sólo huimos de aquello de lo que no podemos escapar» (pagina 138). Para concluir con un tajante «El que no sea Narciso que tire la primera piedra» (página 142).

«Narciso y ecos» deja, además, versos memorables: «La noche es una mano de mercurio/que convierte en espejo la ventana» (página 61), «El mar es una cinta de luz azul que tiembla» (página 97).

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