Somalia no tiene quien le llore… ni quien le escriba

20/10/2017

Ana Pereira.

El sábado 14 de octubre más de 300 personas perdieron la vida y 400 resultaron gravemente heridas en el peor atentado que recuerda Mogadiscio, la maltrecha capital somalí con la que el grupo terrorista Al Shabab (primo hermano de Al Qaeda en la región) parece haberse cebado; todo ello presuntamente. El presuntamente lo añado aquí con toda la intención, porque días despúes de tan lamentable suceso poco hemos sabido de la evolución de los heridos, de cuantos eran los terroristas que perpetraron la barbarie y de si finalmente el grupo extremista se lo ha atribuido o no.

Antes de continuar advierto a mis lectores que este texto que analiza aspectos de la comunicación del atentado, está cargado de verdades tan incómodas como necesarias, así que no me tomaré a mal si deciden abandonar en este punto la lectura del mismo.

Si es usted de los que ha optado por seguir leyendo estas líneas, probablemente esté de acuerdo conmigo en que la cifra de fallecidos pueda ser mucho mayor, pero como prácticamente ningún medio occidental ha seguido dando cobertura a este atentado: por estas latitudes nos quedaremos sin saberlo.

Si tenemos noticias de tan horrenda matanza, es gracias a que periodistas sobre el terreno la compartieron, como hizo el corresponsal de la Vanguardia Xavier Aldekoa, que nos mantuvo informados a través de su cuenta de Twitter -@xavieraldekoa- o, lo que es lo mismo, nos hemos enterado gracias a que los periodistas han desintermediado la noticia y nos han servido las imágenes tan frescas como duras, directamente desde el origen, sin photoshop ni pasar por la mesa del redactor jefe en alguna capital europea.

Me viene a la cabeza el recuerdo de lo que los medios nos ofrecieron minuto a minuto sobre los atentados del pasado mes de junio en el puente de Londres; o la imagen de un grupo de personas heridas y completamente desorientadas en el metro justo después de los atentados de Bruselas. ¿Acaso informativamente hablando valen menos las vidas de todos esos somalies fallecidos el sábado 14 de octubre? Porque en el caso al que hoy me refiero sólo contamos con unas cuantas fotografías enviadas por un puñado de periodistas valientes destinados en el continente africano, ante los cuales me quito el sombrero. Pero cuando pasen los meses, no habrá imágenes que recordar de esas más de 700 personas que salieron de su casa en Mogadiscio y nunca volvieron o lo hicieron heridas, mutiladas o simplemente se quedaron sin casa a la que retornar.

La razón para ello no es otra que el simple hecho de que los medios de comunicación occidental, no sólo de España sino también fuera de ella, no le hayan dado cobertura a una noticia que, si bien nos pilla lejos, no por ello debería espantarnos menos su magnitud. Hay menos distancia entre Madrid y Mogadiscio que entre Madrid y Las Vegas y, no obstante, cuando a un perturbado se le ocurrió sacar sus armas y ponerse a disparar desde la ventana de un hotel sobre la multitud en la capital del Estado de Nevada, pararon las rotativas y pudimos seguir el tiroteo cuasi minuto a minuto. Hace pocas semanas vimos temblar la tierra en directo bajo el suelo del DF, sólo por enumerar algunas de las últimas catástrofes provocadas o no por la mano del hombre, que el Reality de internet y medios en el que vivimos inmersos de manera permanente nos ha ofrecido en tiempo real.

La historia de todos esos seres anónimos, pero no por ello menos humanos que las víctimas de cualquier otro atentado en suelo europeo o estadounidense (muchos de ellos tuvieron que ser enterrados sin identificar ante la falta de medios de las autoridades locales), se cayó de muchas escaletas y se le dió el espacio justo en las informaciones de la prensa impresa del fin de semana, ocupada como estaba en nuestro caso en retransmitir el aburridisimo partido de tenis en el que se ha convertido el “ni si ni no ni blanco ni negro” de los últimos acontecimientos políticos de Cataluña.

Y el lunes siguiente, “a otra cosa mariposa” en las ediciones digitales de las principales cabeceras, en las que sólo piezas minúsculas, en comparación con el espacio que se dedicó a otras matanzas, informaba de que un grupo de heridos había sido trasladado a Turquía. Si no me cree, no necesita nada más que hacer una búsqueda en Google y verá cuantas entradas aparecen sobre la noticia.

Es triste constatar que África nos tiene tan acostumbrados a la calamidad que sus dramas ya no nos conmueven. Ver a niños desnutridos y comidos por las moscas no nos quita el apetito cuando almorzamos viendo los noticieros. Pero me resisto a pensar que sólo porque Somalia quede muy lejos la noticia no tuviera que ser tratada acorde a la magnitud de la tragedia que supuso y como ser humano no quiero pensar que los cientos de familias que hoy lloran a sus víctimas no merezcan ni un poquito de nuestra solidaridad, de esa que corre por las redes sociales como la pólvora cuando ocurre algo tan monstruoso en una capital europea o al otro lado del charco y que, al menos, sirve para que el mundo no los olvide tan pronto.

Y la moraleja de comunicación en esta triste “no noticia” es la última verdad descarnada de estas páginas: si los medios de comunicación no lo cuentan y las redes sociales no lo amplifican no es noticia. Lo cual en términos informativos viene a ser lo mismo que es como si nunca hubiera ocurrido. ¿Alguien puede imaginar un atentado sobre suelo europeo sin cobertura mediática?.

Hasta aquí la reflexión sobre la importancia de contar los hechos si queremos que quede constancia de que se han producido, y sobre el poder que tiene la comunicación y la diferencia en cuanto a su repercusión que puede suponer el uso o no de las redes sociales. Las víctimas de esta terrible matanza lo fueron por partida doble, murieron una primera vez con la detonación de los camiones bomba y lo hicierion en una segunda ocasión al ser condenados al olvido por la prensa occidental. A todas ellas dedico este artículo que, desde el más profundo de los respetos, sólo pretende honrar humildemente su memoria.

Ana Pereira, Consultora Senior de Estudio de Comunicación

@anabepereira

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