La inesperada jugada de Mariano Rajoy de convocar elecciones catalanas el 21 de diciembre (jueves) ha servido de momento para calmar los ánimos -aparentemente- en los partidos catalanes, dejando aparte la dudosa constitucionalidad de la aplicación del artículo 155 (entre otros, la destitución del presidente de la Generalitat, que por ley sólo lo puede hacer el Parlament). Sin embargo parece que los partidos nacionalistas optan, tras las dudas iniciales, por presentarse a estas elecciones y si nada se tuerce aparcan de momento la idea de declarar la independencia.

Constatando este punto que no es menor hay que hacer referencia en la actualidad catalana a las multitudinarias manifestaciones de los dos signos que se han producido en Catalunya. Las del sector secesionista ha han ido repitiendo desde el 2012 se han caracterizado por el carácter pacíficamente reivindicativo. Las constantes llamadas al civismo emanadas de sus organizadores se han traducido en actos familiares y festivos. Y una vez concluido el acto los asistentes regresaban con toda normalidad a sus casas. Curiosamente esta actitud ha llevado a la prisión a los presidentes de las dos organizaciones convocantes, Jordi Cuixart i Jordi Sánchez.

Este carácter pacífico también se ha producido en las manifestaciones unionistas, sin embargo los parlamentos de algunos oradores (así como algunos políticos) parecían una llamada al odio (con insultos y descalificaciones personales) y esto se ha traducido que grupos de extrema derecha al concluir los actos, protagonizaran actos violentos, con agresiones, ataques edificios, acoso a periodistas…. con la aparente inhibición de las autoridades que en algún caso lo vieron con complacencia con el ya famoso “a por ellos”.

La violencia se sabe por donde empieza pero difícilmente se puede controlar si no se ataja de raíz. Claro que hasta el momento estos grupos siguen siendo legales pese a sus cantos fascistoides y sus alabanzas a Franco y en no pocos momentos parece que tienen barra libre.