‘Yo, Feuerbach’: El oficio del actor

02/11/2017

Luis M. del Amo. El gran actor Pedro Casablanc retoma, en La Abadía, la reflexión de Trankred Dorst en torno al teatro.

 

En 1987, a la edad de sesenta años, Tankred Dorst escribía su obra Yo, Feuerbach. La obra, una reflexión sobre el mundo del teatro, contaba como personaje central a un viejo actor, Feuerbach. Una criatura, homónima del filósofo materialista, embarcada en este caso en una lucha por volver a pisar las tablas de un escenario.

Ahora, treinta años después, y apenas unos meses después del fallecimiento de Dorst en Berlín, regresa a Madrid esta obra que el madrileño Teatro de la Abadía – donde podrá verse hasta el 19 de noviembre – ha montado en coproducción con el barcelonés Festival Grec.

Para iniciar este comentario, hay que comenzar hablando del texto de Dorst. Y en este sentido es necesario advertir que el drama del alemán recuerda en algunos aspectos a la obra del austriaco Thomas Bernhard. Como este último, también Dorst escoge la figura de un viejo actor amargado como protagonista de su disquisición sobre el mundo del teatro y, en general, de la cultura.

Sin embargo, a diferencia del austriaco, el estilo de Dorst se muestra menos ácido y reiterativo y, sobre todo, menos propenso del delirio, y más anclado a la realidad, al menos en principio.

Sencillo montaje

Por su parte, el director del montaje, Antonio Simón, de larga trayectoria teatral y afincado en Barcelona, monta con extrema sencillez este choque que protagonizan el viejo histrión, al que interpreta Pedro Casablanc, y el joven ayudante de escena, interpretado por Samuel Viyuela.

La obra, que muestra una unidad temporal, con alguna breve y hermosa elipsis, discurrirá en un único escenario, un teatro adonde acude el actor Feuerbach en busca de una prueba que reanime su carrera teatral.

Este escenario imaginado, flanqueado por el público, será el lugar donde se desarrolle la representación, con apenas otra ayuda que un par de sillas, y algún elemento que más tarde revelará alguna sorprendente función.

Una sencilla puesta en escena muy adecuada a la esencia del texto de Dorst y que servirá además para destacar el aspecto nuclear sobre el que se centra este drama cómico, como es la potencia del actor, y su capacidad para hacer revivir al público el viaje emocional de un conjunto de personajes, y de proporcionarles, además, el puñado de imágenes del mundo de ficción sobre el que se sustenta el drama.

Yo, Casablanc

Llegados aquí hay que destacar sin mayor demora que, en esta labor, el trabajo de Casablanc cumple de forma sobresaliente ambos objetivos. Después de asombrar recientemente en el cine con su papel del tesorero del PP Luis Bárcenas, el actor asume aquí un reto mayúsculo, como es el de cargarse a las espaldas el 99% del espectáculo, sin desmerecer en absoluto la labor de su compañero Samuel Viyuelas, el joven ayudante en la ficción, cuya representación acierta a dar vida este último actor.

En su interpretación, Casablanc dibuja con arte un personaje excesivo y patético, profundamente humano, que oscila entre la afectación y la locura. Para ello el gran actor se sirve, en el plano vocal, de una dicción afectada, que recalca esta condición de hombre de la cultura, propia de Feuerbach, muy crítico con todo aquello que considera mediocre.

Un fondo de displicencia, y de esnobismo, donde no falta la amargura, que asoma a veces en la vida de un hombre atrapado por su vocación.

Pero además otras partes del texto, marcadas por el lirismo, exigen a Casablanc un trabajo más físico. Y en este caso, el actor también ofrece un brillante repertorio, ejecutado de forma sobresaliente. En estas partes, en las que el actor debe trasladar al público imágenes y sensaciones, Casablanc se muestra en plena forma, logrando recrear ese mundo imaginario con apenas un puñado de gestos.

Así, después de diferentes sorpresas, el espectáculo llegará a su parte final, dejando en la memoria un ramillete de momentos reveladores sobre la vida del viejo actor.

Una función en definitiva magnífica, y que ofrece al espectador la oportunidad de contemplar el trabajo de un gran actor.

No se la pierdan.

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