La creación de la empresa Siemens Gamesa, formada por la división de energía eólica del grupo alemán y la compañía española fabricante de aerogeneradores, fue un largo proceso que estuvo marcado por las pertinentes autorizaciones de las autoridades de la Competencia y por los efectos de la operación en las sociedades directamente afectadas y en otras empresas participadas.

Pese a las oscilaciones, se recibió en el mercado como una atractiva transacción que creaba un líder mundial en energías renovables, principal objetivo de inversión de las eléctricas y apuesta energética de las economías desarrolladas y emergentes. En este contexto, también marcado por los dividendos anunciados, la cotización de Gamesa llegó a superar los 22 euros por título.

Con la fusión, cerrada formalmente la primera semana de abril de 2017, las acciones de la ya nueva compañía mantuvieron una trayectoria alcista, si bien más adelante comenzó a percibirse la pérdida del gancho que le daba el dividendo comprometido. Con todo, el 4 de abril sus títulos valían 18,5 euros, muy por encima, por tanto, de los 11 euros actuales. Por el camino, desde ese mes y pese a subidas posteriores a la fusión, la empresa se ha dejado más de 5.000 millones de euros, con una capitalización bursátil actual en los 7.550 millones.

Varios factores se han unido en este proceso, desde el stand-by que atraviesa el mercado indio de esta actividad, al escaso interés por parte del presidente de EE UU, Donald Trump, en mantener apoyos fiscales a las energías renovables, incluyendo además las presiones internacionales a la baja de los precios de las turbinas.

Para Siemens Gamesa, que ya emitió un profit warning, el último obstáculo lo encontró ayer con la presentación de los resultados, que se preveían negativos. Los publicados a finales de julio provocaron un desplome del 17%, y los anunciados este 6 de noviembre, le deparan caídas por encima del 7%.

Siemens Gamesa ha registrado 135 millones de euros de pérdidas netas en su primer semestre como empresa fusionada, y ha anunciado que en los próximos tres años despedirá a 6.000 empleados en 24 países (la cifra incluye 700 salidas ya anunciadas, el 22% de su plantilla. El objetivo es tener una «estructura más ágil, más competitiva y con menores costes», indicó el consejero delegado del grupo, Markus Tacke, en una conferencia con analistas.

En este contexto, el grupo ha informado que ha abierto el proceso de negociaciones con los sindicatos. El plan incluye la reducción de capacidad de la planta de Aarlborg (Dinamarca), el cierre de Tillsonburg (Canadá) .