Tiene que llover

22/11/2017

Luis Díez.

No llueve, las reservas de agua se agotan, los pantanos están bajo mínimos. Algunos, como el de Barrios de Luna, en León, sólo reciben las lágrimas de quienes van a recordar los restos de su pueblo. Otros, ni eso. Por las cuencas de los ríos que vierten al Mediterráneo fluye un caudal global estimado en el 20% del que debería correr en una situación de equilibrio. Los embalses decrecen sin reposición. Los ríos que desembocan en el Atlántico están tan mal o peor que sus hermanos del Mediterráneo. Los agricultores temer perder las semillas y no siembran porque no llueve. El tempero está muy mal. Una pota de contaminación flota sobre las grandes y no tan grandes ciudades. Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia, Bilbao…, pero también Valladolid, Salamanca, Burgos… sufren en sus albeolos pulmonares los efectos del anhídrido carbónico. En la calle no se habla de otra cosa. En el Parlamento, no. La sesión de control al Gobierno del miércoles, 22 de noviembre, ha transcurrido sin que los portavoces de los grandes grupos parlamentarios preguntaran al jefe del Ejecutivo qué medidas se pueden y deben adoptar ante la pertinaz sequía.

Ya sabemos que las borrascas y los anticiclones no dependen de Rajoy y que, dado su verbalismo, tanto da que le pregunten o no, pues siempre contestará como aquel alcalde: «Se hará lo que se deba y se deberá lo que se haga». Quizá sea mejor preguntar a los obispos si aman a España, y puesto que la aman, pedirles que organicen rogativas y saquen a los santos a la calle para que llueva. Dirán que eso es más antiguo que las cabañuelas y no vale de nada porque no van a contradecir al satélite Meteosat que está en el cielo. Y tienen razón. Pero, entonces, ¿a quién dirigirse ante el problema atmosférico que nos desertiza y asola? Al Gobierno, no.

El otro día el senador leonés Graciliano Palomo solicitó la reactivación del programa de investigación y desarrollo para la captura del CO2 con el que se podría contribuir de forma notable al desarrollo económico de la comarca de El Bierzo en León y de Hontomin en Burgos, y el Gobierno dijo que no y el PP votó en contra de la petición.

Denunció el senador el desmantelamiento del programa impulsado en la etapa de Zapatero y dijo que “España no puede seguir perdiendo más tiempo en el desarrollo de las tecnologías de captura y almacenamiento del CO2″. Dijo también este Palomo que en la planta geotérmica de Hellisehidi, que está en Islandia ya han conseguido la tecnología para capturar no solo el CO2 emitido por la planta sino el existente en el aire que respiramos y, sobre todo, convertir ese CO2 en mineral basáltico carbonatado, es decir, conseguir el proceso en una pequeña fracción de tiempo un proceso que la naturaleza tarda miles de años en realizar. Pero turris burris lo que explicara el senador.

Ante la noticia de la dimisión de los directores de los programas de la Plataforma Solar de Almería (PSA), el mayor centro de investigación de energía solar de Europa, de cuyas instalaciones en el desierto de Tabernas ha salido parte de la tecnología que utilizan las grandes centrales que están en funcionamiento o en construcción en muchos países, desde EE UU a China y el norte de África, no es de extrañar que alguien piense que Rajoy no ama a España y que igual, como a Trump, le trae sin cuidado el cambio climático.

De hecho, el diputado y dirigente de Equo, Juan Antonio López de Uralde, le preguntó en el pleno del Congreso por qué no había asistido a la reciente Cumbre sobre el Cambio Climático, celebrada en Bonn, a la que si asistieron otros mandatarios como la señora Merkel o el presidente Macron, y le contestó la ministra Isabel García Tejerina (el presidente sólo contesta a tres preguntas) que para eso estaba ella y además hemos reducido las emisiones de dióxido de carbono. Los datos indican que han vuelto a subir desde 2014. Uralde lamentó que el presidente de «un país víctima» del cambio climático como el nuestro, con olas de calor, incendios y sequías crecientes, siga sin entender la importancia de un acuerdo global para preservar el planeta y no acuda al foro decisorio. Después de lo visto, hasta su primo podría decir: «Non piove, porco goberno».

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