Los tres fundadores de AFI: Ángel Berges, vicepresidente; Emilio Ontiveros, presidente; y Francisco José Valero, socio y responsable del Área de Banca.

El equipo de Analistas Financieros Internacionales (AFI) ha conseguido la cuadratura del círculo y encerrar en 278 monumentales páginas 30 años de historia, que son como escribe su presidente, Emilio Ontiveros, en el prólogo «el período de transformaciones más intensas en la economía global y en la española».

AFI es, sin duda, un testigo de excepción en ese proceso, como se muestra en «1987-2017. España. Transformaciones económicas, financieras y sociales». Una obra cuyo principal mérito es que está hecha por los propios profesionales de la consultora, en vez de por historiadores.

El libro analiza cómo ha cambiado todo en esos 30 años: el entorno global, Europa, la economía española y la de cada una de sus regiones, las finanzas públicas, la empresa, el sector financiero, el asegurador, el mercado de capitales, la inversión colectiva, los fondos de pensiones, los medios de pago. Pero también la sociedad: la población, la distribución de la renta. Sin olvidar la transformación digital y tecnológica.

Pero sin duda el gran acierto de la obra es la parte final: la biografía de AFI realizada por Óscar Ibáñez (páginas 212-232) muestra cómo tres profesores de la Universidad Autónoma de Madrid, Emilio Ontiveros, Ángel Berges y Francisco José Valero (hermano del autor de este comentario), se lanzaron, en medio de la resaca provocada por el crac bursátil de octubre de 1987, a crear una firma de consultoría especializada en la financiación.

Llama la atención que una empresa creada por las cajas de ahorro (Gesmosa, una mediadora en el mercado monetario participada por 20 de estas entidades, puso el 3 de diciembre de 1987 los 30 millones de pesetas, menos de 180.00 euros actuales, de capital social de AFI) tuviera sus primeros clientes fuera del sector financiero: la patronal eléctrica Unesa, la Secretaría General de la Energía del Ministerio de Industria, Endesa, Bodegas Chivite y Corporación Mondragón. Además de las cajas, AFI ‘fichó’ al Banco de Vizcaya como uno de sus primeros clientes.

Las cajas tuvieron mucha vista con AFI: fue un gran negocio para ellas (la consultora era conocida como «la perla de Gesmosa»), precisamente porque desde el primer momento respetaron su independencia de criterio y que trabajara con cuantos más clientes mejor, aunque fueran competidores de estas entidades. Si hubieran hecho lo mismo con otras operaciones, posiblemente las cajas de ahorro no hubieran desaparecido.

En 1992 Ontiveros y su equipo compran el 50% de AFI a Ahorro Corporación (años después consiguen el 100%). En 1993, AFI toma una decisión estratégica muy relevante: la creación de la Escuela de Finanzas, precisamente en un palacete donde estaba la sede de la patronal de la enseñanza privada. Hasta que en 2015 se traslada a su actual sede.

El futuro está garantizado, con un relevo generacional ya en marcha y concretado en que un joven tecnólogo, Borja Foncillas, es el consejero delegado. Toda una declaración de intenciones de una sociedad creada por 3 profesores y que ahora forman 145 personas (de las que 25 son socios).

Las claves de cómo AFI ha sobrevivido 30 años, pese a que sus clientes naturales, las cajas, prácticamente han  desaparecido en la mayor crisis financiera que se recuerda desde el crac bursátil de 1929, se pueden encontrar también en los interesantísimos testimonios de extrabajadores de la firma (páginas 235 a 263): Amadeo Reynés, Miguel Morán, Enrique Sánchez del Villar, Ignacio Ezquiaga, Esteban Gómez, Roberto Knop, Enrique Martín Barragán, María Fernández de Córdoba, Juan Moscoso, Amando Sánchez Falcón, Esrher Badiola, Juan Cebrián, Jorge Sicilia, Álvaro Galiñanes, Alberto Segurado, Tomás Bravo, José Juan Ruiz, José Luis Fernández Pérez, Alberto Ruiz, Alfonso García Mora, Marcos de Castro, Manuel Menéndez, Lara de Mesa, Rubén Lara, Manuel Conthe, María Rodríguez Nogueiras, Santiago Fernández de Lis, y Álvaro Martín.