Cómo convertirse en un minero del sistema Bitcoin y cuáles son sus funciones en la mina

18/12/2017

Luis Garvía, profesor de ICADE. Siempre ha resultado más rentable comprar bitcoins que minarlos.

Foto: ‘Bitcoin’, por Fdecomite, modificada (CC BY 2.0).

En 2008, el misterioso Satoshi Nakamoto, coordinado con un grupo de programadores, lanzó el software de código abierto Bitcoin Core. La idea detrás del programa está recogida en su artículo fundacional y consiste básicamente en la creación de una red descentralizada pear to pear (P2P), gracias a la cual sus usuarios pueden intercambiar de forma segura monedas digitales: bitcoins o sus fracciones, los satoshis. Esta idea tiene hoy un valor superior a los 280.000 millones de dólares, y subiendo. Una aclaración: un bitcoin equivale a 100 millones de satoshis; si un bitcoin valiese un millón de dólares, un satoshi equivaldría a un céntimo de dólar.

Los usuarios de esta red descentralizada disponen de una clave pública (un monedero virtual) al que sólo se puede acceder mediante una clave privada. Si se quiere realizar una transacción con otro usuario, el receptor manda su clave pública al emisor, y éste autorizará la transferencia desde su monedero mediante su clave privada. Si se pierde o se sustrae la clave privada, el usuario tendrá un problema. El sistema Bitcoin, que es simple y seguro para el usuario final, sólo puede funcionar gracias al duro y arriesgado trabajo de los mineros.

Cualquier persona puede descargar el software y convertirse en minero (nodo de la red). El interesado debe descargar 200GB de información, y poner su equipo a trabajar. Esos 200GB irán aumentando a un ritmo aproximado de 10GB al mes. Con esta operación, estaremos descargando toda la historia del bitcoin: la cadena de bloques (el Blockchain). Esto es el registro público en el que figuran todas las transacciones realizadas en el pasado y en el que se incluirán las que se realicen en el futuro.

Tres funciones
Los mineros tienen tres funciones dentro del sistema: preservar la cadena de bloques, crear nuevas monedas y validar las transacciones realizadas entre usuarios finales. A cambio, reciben comisiones y se pueden quedar con las nuevas monedas que sean capaces de encontrar (minería). Ahora bien, de la mina matemática de bitcoins sólo se puede extraer un número finito de unidades: 21 millones. Para hacerlo, los mineros compiten entre sí, tratando de resolver un problema matemático deliberadamente complicado: encontrar el resultado de una operación (función hash), mediante el método de prueba y error. Una vez conocida la solución, es fácil verificar que la solución es la correcta. Cada diez minutos, aproximadamente, un minero da con la solución (hash) del bloque en el que toda la red se encuentra trabajando. El minero recibe como recompensa 12,5 bitcoins (más de 200.000 euros), valida la solución con el resto de los mineros (se registran en la cadena los nuevos bitcoins asociándolos con la clave pública del afortunado minero) y todos pasan a trabajar en el siguiente bloque.

Cada dos semanas (2.016 bloques) automáticamente se recalcula la dificultad del proceso, para mantener el tiempo de solución medio en diez minutos. Para ganar, lo importante no es la capacidad absoluta de cálculo de cada minero, sino la capacidad relativa comparada con otros mineros. Esto provoca una competencia salvaje y un crecimiento exponencial de los recursos invertidos en la red. La capacidad de cálculo actual de la red es superior a los 13 millones de Tera Hash por segundo (13×1018 operaciones), equivalente a una energía anual de 34 TWh (España en 2016 tuvo una demanda eléctrica de 265 TWh), con un crecimiento superior al 20% mensual.

Son números de vértigo, que convierten a Bitcoin en la mayor red computacional del planeta, con mucha diferencia. A la luz de los datos, es mucho más probable ganar la lotería de Navidad que encontrar un bitcoin en la mina. Si comparamos el coste de la minería con la evolución del precio, siempre ha resultado más rentable comprar bitcoins que minarlos y ahora, parece que todavía más.

 

Luis Garvía Vega es, desde 2009, profesor en las áreas de contabilidad y finanzas, matemática financiera, ética y estrategia, entre otras disciplinas, en la Universidad Pontificia de Comillas ICAI-ICADE. Estudió Ingeniería Industrial Superior en la Universidad Pontificia Comillas (ICAI), las licenciaturas de Administración y Dirección de Empresas y de Derecho en la UNED y cursó un Executive MBA en IESE Business School. Doctor en finanzas por la Universidad Pontificia Comillas (ICADE), investigó la relación entre el riesgo sistémico y los proyectos financiados por Project Finance.

 

Más información
⇒ Seguir en Twitter a la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE (@UCOMILLAS)

 

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