Nieva sobre nevado en Iberpistas

09/01/2018

José María Triper.

Un antiguo y popular sainete andaluz cuenta como una comadre refería a su vecina el siguiente sucedido: “esta tarde nuestros maridos se han pegado, se han puesto de cabrones y los dos han acertado”. Y viene esto a mi memoria con ocasión del caos generado en la AP-6 en la tarde noche del pasado 7 de enero, con más de 3.500 vehículos atrapados por la nieve, algunos durante más de catorce horas, y el esperpéntico cruce de acusaciones posterior entre Fomento e Iberpistas.

Un recurso típico y tópico de nuestra clase política este de buscar culpas ajenas en lugar de afanarse en buscar soluciones y asumir responsabilidades que, en el caso que nos ocupa, se reparten a partes iguales entre la Administración y la sociedad concesionaria de la autopista. A la primera, personalizada en los titulares de Interior y de Fomento, Juan Ignacio Zoido e Iñigo de la Serna, por falta de previsión -la intensidad de la nevada estaba anunciada con una semana de antelación- improvisación en las medidas adoptadas, negligencia en la toma de unas decisiones tardías y a distancia – el ministro y el director general de Tráfico no se molestaron en moverse de Sevilla-, y confusión a la hora de movilizar los materiales y efectivos, entre los que , justo es reconocerlo, sólo la UME (la Unidad Militar de Emergencia) dio la talla y actuó con la celeridad y la eficacia requerida.

Pero tan grave o más ha sido la actuación de la concesionaria. Una sociedad, Iberpistas, sobre la que, además nieva sobre nevado. Recordar como también a la caída de la tarde del 3 de marzo de 2011, la nieve colapsaba también las entradas y salidas de Madrid por este AP-6, dejando atrapados a miles de conductores que tuvieron que permanecer impotentes ante la falta de medios para solucionar un caos que se prolongó hasta pasadas las tres y media de esa madrugadas cuando los equipos desplazados lograban retirar un camión y un autobús que bloqueaban la autopista en dirección a La Coruña.

Y puedo dar fe, porque en aquella ocasión fui directamente afectado, de que casi una hora después de producirse el bloqueo y las retenciones en las inmediaciones del túnel de Guadarrama, los luminosos de salida de Madrid por la autopista seguían sin avisar del incidente ni de las retenciones permitiendo que siguieran entrando los vehículos. Que las quitanieves brillaron por su ausencia hasta bien entrada la madrugada, y que los servicios de asistencia y de información por parte de Iberpistas ni estaban, ni se les esperaba. Exactamente las mismas deficiencias, omisiones e incapacidad manifiesta en la gestión que denuncian los afectados de ahora y que, pese al desastre acaecido,  ni el Gobierno socialista de entonces  ni el popular de ahora retiraron  la concesión sino que ni siquiera la multaron o abrieron expediente.

Pero más incomprensible e indignante para los automovilistas y las familias atrapadas ha sido la desfachatez del todavía director general de Tráfico, Gregorio Serrano, responsabilizando a los conductores del desastre. Un sofisma con el que intenta engañarse y engañarnos convirtiendo a las víctimas en delincuentes, como hacen habitualmente en la DGT, responsabilizando a los automovilistas de la accidentalidad en unas carreteras que están cada vez en peor estado a causa de la paralización de inversiones en conservación y mantenimiento por los recortes presupuestarios.

Las cifras, que como algodón no engañan, muestran como el desembolso en carreteras del conjunto de administraciones y empresas públicas se sitúa hoy a niveles inéditos desde 1986. En 2013 ya representaba sólo el 0,45 por ciento del PIB y los años posteriores han sido aún más negativos hasta el punto de que Fomento ha dejado de publicar los datos de inversiones realizadas.  ¿De eso también tienen la culpa los conductores, señor Serrano?… Y luego se sorprenden de que les coma el terreno Ciudadanos.

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