El titular y la bala

11/01/2018

Joaquín Pérez Azaústre.

Leo que un alcalde de IU ha sido grabado mientras afirmaba que le encanta que haya gente fusilada, o que le gustaría, o que es necesario. De entrada la noticia me provoca la misma desconfianza que otras similares que aparecen en redes y cabeceras, a menudo sacadas de contexto, con la manipulación justa para que se parezcan a lo que esperamos leer. Estamos deseando encontrar declaraciones así para lanzarnos sobre ellas con la garra encendida en ese fuego puro de la indignación pública y privada, ahora confundidas en este menudeo digital que arrastra millones de visitas. Al parecer ha aparecido un vídeo en el que aparece el alcalde de la sevillana Pedrera, Antonio Nogales, afirmando que le gustaría “ver gente fusilada”, a propósito de los conflictos en su localidad con los inmigrantes rumanos. El alcalde Nogales, no con poco sentido común, ha respondido que “no se me puede acusar de proteger a los rumanos y, a la vez, de querer fusilarlos”. Sin embargo, la secretaria general del PSOE de Sevilla, Verónica Pérez, acaba de exigir su dimisión inmediata. La respuesta del alcalde de IU ha sido inmediata: “Confiaba en que (el PSOE) llamara al orden a sus compañeros de Pedrera que han encabezado, provocado y apoyado los actos xenófobos y racistas que se produjeron en Pedrera el pasado fin de semana en los que, además, sus concejalas animaron a la gente a desplazarse a mi domicilio para insultarme”. Según él, Verónica Pérez lo ha acusado “aprovechando un corte de una grabación en una asamblea ante una multitud enfurecida dirigida por sus compañeros del PSOE local, de querer ver a gente fusilada”, lo que considera “irónico” porque el PSOE de Pedrera le “acusa de proteger a los rumanos, de darles dinero, de darle trabajo, de permitirles todo, de pagarles el agua y la luz, y Verónica Pérez de querer fusilarlos”. Así, concluye: “La bajeza moral de esta mujer y del PSOE no tiene límites y no repara en intentar sacar tajada política de esta situación. Quienes me conocen lo saben, y a los demás quiero pedirles que contrasten con serenidad la noticia y verán que sólo intentaba en una asamblea complicadísima poner en contradicción los intentos de algunos vecinos de tomarse la justicia por su mano, entre ellos los concejales del PSOE”. Todo, en definitiva, desalentador y feo.

El entrecomillado es importante para fijar el análisis. Es posible que este hombre sea un genocida en la sombra, dispuesto a levantar un muro de fusiles contra los rumanos en Pedrera: tan posible como que lo sea cualquiera, la propia Verónica Pérez, yo mismo o quienes lean estas líneas. Cualquiera puede serlo. Pero sacar de contexto, como parece que ha ocurrido, unas declaraciones airadas en su lumbre caliente, es igual que decir que en mi argumento inmediatamente anterior yo estoy acusando a Verónica Pérez de querer fusilar a alguien. Y no lo he hecho: solamente he dicho que, de entrada, cualquiera puede ser sospechoso de ser cualquier cosa, incluido un asesino partidario de los fusilamientos. Tenemos esta debilidad: la búsqueda rampante de la frase que nos da el titular, el ruido y la furia, retorciéndola a veces. Desconozco -insisto- el detalle del caso, pero suena –otra vez- a afirmación descontextualizada por la cuchillería política.

Luego tenemos, además, lo grueso de las palabras y las afirmaciones, como si quisiéramos desenterrar permanentemente el hacha de guerra. Los fusilamientos. Joder, a qué viene ahora hablar de fusilamientos. Como si no tuviéramos bastante con las cunetas de cada día, el fantasma plenipotenciario de Francisco Franco para una parte de la izquierda española y la cal viva en el discurso diario. No sé, parecemos necesitar ese ritmo de cuerpos sacudidos y mordiendo el polvo de las muertes súbitas. Y todo esto cansa, todo esto desgasta, sobre todo cuando no se llega a ninguna parte y sólo se utiliza para castigar el oído ajeno. Cuidado con las conversaciones, cuidado con lo que dices, aunque te estén grabando: nadie se molestará en comprobar si había un contexto o no para lo que decías, porque el que golpea primero da dos veces y la primera impresión será la definitiva. Sin presunción de inocencia, siempre nos quedará el titular y la bala.

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