Hace décadas, en Estados Unidos, se publicó un estudio a caballo entre lo social y lo científico, en el que aparecían profusión de datos que convergían en una conclusión demostrable: un cara agradable, sea de hombre o de mujer, con una sonrisa abierta, no forzada, contribuía en gran medida a si esa persona buscaba trabajo estuviera entre los primeros candidatos.
Las sonrisas se pueden crear. Así de claro. Charlie Pinkus, el dentista de las estrellas del Hollywood de los años veinte y treinta, fue pionero en la fabricación de mascarillas de un solo uso, que únicamente se colocaban actores/actrices durante el rodaje con ayuda de un simple pegamento. Clark Gable y la inolvidable Shirley Temple fueron los primeros en utilizar la “técnica” de Pinkus que, décadas después, con la ayuda de la informática, se ha traducido en algo insospechado entonces.
Débora Vilaboa, sin duda una de las mejores odontoestomatólogas de España que dirige en Madrid la Clínica que lleva su nombre, conoció a Pinkus durante su estancia, en la década de los setenta en Los Angeles y recuerda que, aunque era muy mayor, seguía trabajando en su consulta. Si Pinkus, entonces, fue capaz de desarrollar esa técnica para corregir defectos en la sonrisa, ¿cómo no vamos a poder mejorarla ahora –se pregunta la doctora Vilaboa- con materiales mucho más modernos y con plataformas informáticas diseñadas a este fin..? El nuevo prototipo estético de la sonrisa de una persona se puede llevar a casa, consultar con amigos y familiares y, cuando se haya decidido, volver al especialista para corregir los gestos. ¿Cómo se hace? Son varios pasos.
En primer término, se lleva a cabo un estudio estético completo que incluye fotografías, placas radiográficas sobre el estado actual de la boca. De esta forma los especialistas evaluan al paciente y realizan un análisis pormenorizado de la sonrisa, pero no como elemento aislado, sino en relación con sus facciones, sexo y personalidad. Beatriz Vilaboa, que junto con su hermana Débora fundaron la Clínica en 1968 en el corazón del madrileño barrio de Salamanca, explica que los problemas más frecuentes con los que se enfrentan a la hora de ver pacientes son: pérdida de longitud de los dientes; disminución del volumen de los dientes; sonrisa oculta o inavertida; decoloración dental; pérdida de una o más piezas dentarias, así como de encía o hueso de soporte. “Los cinco primeros –dice- son el talón de Aquiles de una sonrisa antiestética o envejecida”.
Para valorar si una sonrisa es la adecuada para el paciente, las doctoras Vilaboa siguen un protocolo, en el que figura el diagnóstico (erosión dental severa), identificación de factores de riesgo (ingesta abundante de bebidas y comidas ácida y reflujo esofágico, por ejemplo) y tratamiento (higiene dental profesional, blanqueamiento, ajuste oclusal, láminas de porcelana…) Con la técnica que han desarrollado, trabajan fuera de la boca del paciente gracias a un modelo de escayola igual a su dentadura. De esta forma modelan, esculpen el prototipo estético hasta darle brillo, personalidad y la anatomía que necesite, “es prácticamente exacto –matiza Débora Vilaboa- con el aspecto final que tendrán los dientes de ese paciente después del tratamiento, con su color, brillo y textura”.
El estudio previo y el prototipo permiten, además analizar la cantidad de esmalte que es necesario tallar para llevar a cabo el tratamiento. Esto es fundamental cuando la filosofía que rige la forma de trabajar de estas especialistas es conservar al máximo el esmalte del paciente e, incluso, si es posible, no tallarlo.
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