‘He nacido para verte sonreír’: En el cuerpo ausente

19/01/2018

Luis M. del Amo. El reputado Pablo Messiez regresa a la Abadía con un estudio sobre la locura.

Habitamos nuestro cuerpo. Y esa relación, tan natural durante la infancia, requiere luego un arduo aprendizaje. De eso, y de la posibilidad de una fatal quiebra en esa relación, trata He nacido para verte sonreír, el aplaudido texto del dramaturgo argentino Santiago Loza que ahora, bajo la dirección de Pablo Messiez, vuelve hasta el 28 de enero al madrileño Teatro de la Abadía.

La obra, interpretada por Isabel Ordaz y Pablo Delgado-Hierro, parte de una premisa feliz. Cuenta las últimas horas de una madre con su hijo, afectado este último por un fulminante ataque de locura, que le mantiene desde hace tiempo en un cruel estado de mutismo, y a quien la violencia de sus cada vez más frecuentes brotes aconsejan internar.

Esas horas finales juntos, y la despedida, servirán a la mujer no solo para repasar algunos momentos fundamentales de su relación sino también para extender un detallado catálogo de sus ideas e intuiciones acerca de la naturaleza de la locura, que mantiene postrado a su hijo.

Es ahí, en esa colección de ideas y presentimientos, donde reside la eficacia del texto, más que en una forma dramática que al dramaturgo, más allá de ese prometedor arranque, no le interesa desarrollar.

Brillan aquí, en este apartado, algunas reflexiones de la mujer, punteadas por un omnipresente tictac del amenazante reloj, sobre esta relación entre mente y cuerpo; y de cómo nos hiere el hambre o el frío; nos lava el agua; y del proceso en suma de acomodo entre la mente y el cuerpo. “Somos materia”, dice.

Así, mientras crece la angustia de la mujer por la inminente separación, y sin grandes  sorpresas en la trama, se desgranan ideas luminosas sobre esa cohabitación de mente y cuerpo, como esa intuición sobre la naturaleza de la demencia que la madre exclama a su hijo: “No se puede tener todo el rato esos pensamientos”, le dice, casi como un reproche.

Una sabiduría en suma de andar por casa, aunque trabada de una honda significación, que Isabel Ordaz, la televisiva Hierbas de la serie de los vecinos, decantará, a veces con mirada alucinada, pero guiada siempre con su peculiar sentido del humor, que logra transferir a su personaje una enorme humanidad, que el público recompensa al final, con un gran aplauso, destinado también a su partenaire, un eficacísimo Fernando Delgado-Hierro, quien muestra un trabajo virtuoso en su papel de autista.

Y premia también por un lado el enramado construido por la escenógrafa Elisa Sanz,  que, amenazante, rodea el escenario único de la cocina; y el espacio sonoro construido por Nicolás Rodríguez, donde destacan, además del tictac permanente, el motor de una nevera o los decibelios que subrayan instantes emotivos.

Una canción en suma dedicada a la gente sencilla, y a la pacífica relación entre mente y cuerpo.

No se la pierdan.

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