La antipoesía de Nicanor Parra

24/01/2018

Joaquín Pérez Azaústre.

Nicanor Parra conquista o reconquista la plaza pública para la poesía. Es la verdadera revolución final de Parra, el derrumbe de muros ancestrales que parecían vedados para la vida pura que se escucha, se vive y nos araña en lo diario. Así la antipoesía busca un hablar colectivo que supere la individualidad del sujeto romántico. Lo vemos en Soliloquio del individuo y en Sólo de piano: “Ya no hablamos para ser escuchados / Sino para que los demás hablen / Y el eco es anterior a las voces que lo producen”. Así sale al encuentro de una dualidad: pesimismo frente a vitalidad, como argamasa social con que cocer una identidad latinoamericana, tan presente en su Brindis a lo humano y lo divino, como anticipación de Roberto Bolaño. Pero la plaza habla, con la voz del poeta coral: “El mundo moderno (…) / Se compone de hombres ruiseñores que controlan la vida política de los países / Entretanto los sabios, comidos por las ratas, / Se pudren en los sótanos de las catedrales, / Y las almas nobles son perseguidas implacablemente por la policía. / El mundo moderno es una gran cloaca“. Eso es anticipación lírica, así se distingue la realidad del sueño con sus hebras de fina penuria.

Pero ¿cuáles son los riesgos de la antipoesía? Mientras “Los individuos se agitan en sus butacas como algas movidas por las olas”,  leemos en Manifiesto: ”Contra la poesía de café / la poesía de la naturaleza / contra la poesía de salón / la poesía de la plaza pública / la poesía de protesta social. Los poetas bajaron del Olimpo”. Bajarían del Olimpo, pero siguieron hablando de sí mismos. En La camisa de fuerza, el poema Test –“Qué es un antipoeta (…) / Qué es la antipoesía”…. Aunque para salir del bucle encontramos el poema Me retracto de todo lo dicho, en el que la antipoesía al fin se hace efectiva. Después, el futuro: en Cartas del poeta que duerme en una silla, nos dice: “Jóvenes / escriban lo que quieran / en el estilo que les parezca mejor / ha pasado ya demasiada sangre bajo los puentes / para seguir creyendo –creo yo / que sólo se puede seguir un camino: en poesía se permite todo”. Por eso no podemos pensar en la poesía contemporánea sin la lección anárquica de Parra, esa emancipación de la palabra de sus corsés antiguos, de sus grandilocuencias. Es, como es lógico, únicamente un camino más en la poesía –la conquista de la cotidianeidad lírica-, pero no poco importante.

La gran aportación de Nicanor Parra consiste en derribar la conciencia académica, con su arabesco lírico de ripio y rimbombancia, que parecía impedir la libertad de creación. Porque sin Parra no habría modernidad. No habría Bolaño. Se trata, en cierto sentido, no de poner puertas al campo, sino de quitarlas, y contemplar la extensión posible del prado apacible o la frondosidad salvaje. Porque no todo es poesía –esto ya lo sabemos-, pero la poesía está en todo.

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