‘La Calderona’: Carpintería y rap

26/01/2018

Luis M. del Amo. Yllana fusiona verso clásico y rap en una exploración de la figura de la popular actriz del XVII.

Con dirección de uno de los fundadores de Yllana, David Ottone, y dramaturgia de Rafael Boeta, autor especializado en teatro infantil y de denuncia, llega al madrileño Teatro Alfil La Calderona, un musical que, con desigual resultado, trata de fusionar el verso clásico con la metralla sonora del rap.

Y cabe hablar de desigual montaje, pues, si bien la obra circula por la habitual vía de exigencia que se imponen los dueños del Alfil, el balance final de la representación no resulta plenamente satisfactorio, a mi entender, como trataré de explicar a continuación.

El primer obstáculo para la plena consecución de los objetivos de la obra estriba en el texto. Un labor de dramaturgia, muy meritoria en su intento por fusionar verso clásico y rap, pero falta de profundidad y demasiado lineal en su resultado.

Y es que la exploración del personaje de La Calderona, la actriz que lograra encandilar al rey Felipe IV, lejos de ahondar en su complejidad, reduce, en mi opinión, al nivel de tópico su estudio de la relación entre el monarca y la actriz, y por extensión del vínculo entre el poder y el pueblo llano.

Una linealidad que resta potencia a la representación e impide en suma al espectador trabar relación emocional o interesarse por los vericuetos de la trama, apenas apuntada en el libreto, por otra parte.

Dominio de la carpintería

Inmersos en esta tesitura, poco pueden hacer sus intérpretes – exigidos al máximo – por traspasar las candilejas. Y ello a pesar de sus meritorias actuaciones, tanto de sus actores, Natalia Calderón y Pablo Paz -muy dúctil, este último-, como del dj que acompaña con sus mezclas en directo el espectáculo, DJ Hardy Jay.

Así, y tras destacar las dotes de cantante de Natalia Calderón, es necesario detenerse aquí en uno de los rasgos que constituyen ya seña de identidad de la veterana factoría cultural, que no es otro que el dominio de la carpintería teatral.

Y es que Yllana, en sus últimos espectáculos, ha aproximado ya su exitosa receta de teatro gestual a otras disciplinas, como la magia, que le exigen igual precisión y dominio del escenario.

Con la magia comparte el teatro de Yllana la capacidad de encandilar al espectador y de sorprenderlos con sus trucos, apariciones, ocultamientos, y con todos los recursos en suma que permiten explotar al máximo las posibilidades del escenario, en este ámbito de la representación.

Un terreno al que no es ajeno esta La Calderona, un musical por lo demás, cuyo montaje exige a sus dos actores precisión de relojero, a la hora de medir cada movimiento y cada paso sobre el escenario.

Sin embargo, y a pesar de sus buenas mañas en este sentido, y quizás por la extremada dificultad del empeño, el espectáculo no logra dejar un buen poso en una audiencia, que, por otro lado, sigue con fidelidad las creaciones de Yllana.

Y eso a pesar de algunos momentos magníficos, como el número de Extra, extra, que constituye una de las cimas de la función, y donde rayan a gran altura dirección e intérpretes.

Un experimento, en suma, ambicioso, aunque tan solo a medias rematado, que cabe inscribir dentro de la producción menor de la factoría, pero que quizás ayudará a  cimentar futuras colaboraciones en un terreno fértil, como es la relación entre el teatro clásico y la contemporaneidad.

Recomendable.

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