Ridículo internacional y en inglés

25/01/2018

Luis Díez.

Más allá de la polémica sobre si el juez del Tribunal Supremo Manuel Llarena debió ordenar la detención del expresident de la Generalitat y candidato a sucederse a sí mismo, hoy sabemos que Carles Puigdemont es patético hablando inglés. Su excursión a Copenhague permitió a la profesora Marlene Wind aplicarle una mayéutica demoledora y a unos jóvenes conseguir que besara una bandera de España –lo que no le resultó difícil después de proponer que vote toda España, como manda la Constitución–, pero, sobre todo demostró que se puede aprender inglés en la misma academia del señor Aznar y la señora Botella. Y coste que lo esperpéntico no quita lo valiente.

Casi al mismo tiempo, el expresidente del Tribunal Constitucional, Francisco Pérez de los Cobos, era rechazado como magistrado del Tribunal Europeo de Derechos Humanos por carecer de las herramientas más elementales para desempeñar el cargo: el manejo del inglés (y del francés en este caso). Y conste que la silla española en el alto tribunal de Estrasburgo esperaba candidato desde enero de 2017 y que el Gobierno de Mariano Rajoy (ese que jamás interfiere en la Justicia) modificó la norma de edad para evitar que se presentara la jurista catalana María Emilia Casas, expresidenta también del Constitucional. La comisión evaluadora concedió cero votos a Pérez de los Cobos frente a los dos compañeros de terna. El Consejo de Europa eligió finalmente por mayoría absoluta a la profesora María Elosegui. Esta catedrática de Filosofía del Derecho de la Universidad de Zaragoza es la primera mujer española que ingresa en la alta institución judicial europea, en sustitución de Luis López Guerra. Y eso que el tercero de la terna, el jefe de la Asesoría Jurídica Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores, Martín Pérez de Nanclares, tuvo mejor calificación inicial y maneja estupendamente el inglés y el francés.

También, por coincidencia temporal, se produjo en Fitur, la feria mundial del turismo, un hecho tan hilarante como que en la web en inglés de la ciudad de Santander apareciese el Centro Botín como «Loot, Booty Center», equivalente a «centro de pillaje/saqueo» y el casco histórico como «historic helmet», siendo «helmet», efectivamente, casco, pero para la cabeza. Con razón el profesor Román Álvarez, exdecano y catedrático de Inglés de la Facultad de Filología de Salamanca, la prestigiosa universidad española que este año cumple ocho siglos, se queja de la falta de esmero de los organismos oficiales a la hora de realizar las traducciones y denuncia (también en esta labor) la sustitución de las personas por las máquinas (programas de traducción en Internet), olvidando que las palabras son denotativas y connotativas.

Puesto que la imagen tiene tanto valor (todavía resuenan en el oído del cronista los improperios de los dirigentes del PP contra los indignados del 15M que acamparon un mes en la Puerta del Sol por la mala imagen que, según ellos, proyectaban de España), convendría a los representantes institucionales, llámense Ayuntamiento de Santander, Puigdemont, Rajoy o Pérez de los Cobos, ahorrarnos el ridículo internacional en inglés o, como dice el profesor Álvarez, la expresión «shit yourself little parrot», o sea, «cágate lorito».

Sobre el otro ridículo, el político, la mayoría del arco parlamentario español respalda la decisión del Gobierno de vetar ante el Tribunal Constitucional la investidura del costoso y eutrapélico Puigdemont como candidato a president de la Generalitat. Así se lo participaron a Rajoy el socialista Pedro Sánchez y el liberal Albert Rivera. El fundamento legal que aduce la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría es que un acusado de rebelión, sedición y malversación, huido de la Justicia y carente de «libertad ambulatoria» no es investible. Tampoco hay que romperse mucho la cabeza para entender que un individuo que rechaza la ley y los tribunales no puede ser presidente.

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