El voto de los catalanes

27/01/2018

Josep M. Orta.

Desde Catalunya hay una percepción generalizada de que el Gobierno de Madrid y sus aliados no entienden lo que está sucediendo con el llamado “procés” y sus errores de interpretación les impiden tomar las medidas adecuadas para solucionar un conflicto que no se soluciona ni con la discutible aplicación del artículo 155 ni con la judicialización de la vida política-

Hace unos años el cabeza de turco diana de todas las críticas era un Jordi Pujol que nunca fue independentismo y siempre luchó por buscar un nuevo encaje de Catalunya en España (o quizás dicho con más propiedad, reformular el concepto jacobino de España para asumir una descentralización que contemlara la diversidad de pueblos que la componen). Era -con todos los matices que se quieran- una postura similar a la que defendía Pasqual Maragall.

La respuesta de un estado jacobino es conocida y si uno estira la cuerda por un lado, los otros normalmente hacen fuerza por el otro. Los sentimientos independentistas no hace demasiados años no llegaban al veinte por ciento de la población, pero a fuerza de humillaciones hoy rozan el cincuenta por ciento.

La siguiente víctima fue Artur Mas, que vio rechazada su propuesta de pacto fiscal de una forma intempestiva por Mariano Rajoy. Entonces el presidente catalán comulgó con el movimiento independentista y voces de Madrid le dedicaron los más despectivos adjetivos. Bien, dio un paso al lado y le sucedió Carles Puigdemont y desde Madrid, ingenuamente, pensaron que se podía abrir una nueva etapa, como tampoco se entendieron el Gobierno empezó a hablar bien de Oriol Junqueras y…

Destituyeron al gobierno de la Generalitat, congelaron la actividad del Parlament y convocaron elecciones con la ilusión de que las fuerzas constitucionalistas lograran una mayoría que les permitiera gobernar.

Lo que parece que no quieren entender en La Moncloa, Ferraz o donde tengan su sede Ciudadanos es que en Catalunya hay una gran mayoría que quiere decidir su futuro. Unas veces se manifiesta en millonarias concentraciones en la calle, otras en un referéndum y cuando puede en las urnas. Cuando están desmovilizados no significa que hayan perdido fuerza, la prueba es que cuando alguien toca el pito vuelven a salir.

La Moncloa puede ir reprimiendo cabezas de turco, puede ir inhabilitando políticos, puede deformar la mayoría parlamentaria que salió de las urnas, puede intervenir -si tiene gente- los ayuntamientos (hay más de setecientos alcaldes que apoyan el referéndum de autodeterminación), pero con ello no resuelve nada. Y como no quiere negociar el problema cada día se envenerará más.

PD.- Escribo esto horas antes de que el Tribunal Constitucional decida sobre el recurso del Gobierno al pleno de investidura en el Parlament. Pase lo que pase, el análisis es el mismo.

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