Lecciones de equipo aprendidas en el interior de una ambulancia

29/01/2018

Alberto Luque Siles, enfermero de emergencias. Están recogidas en mi libro, en busca de editor.

Imagen facilitada por Alberto Luque.

Y vuelve a sonar el teléfono y de nuevo nos ponen en marcha: sirenas, luces de colores y prisas, muchas prisas. Dentro de esas ambulancias que vemos pasar a diario hay equipos materiales de última tecnología y equipos humanos de alto rendimiento. Se trata de Unidades Móviles de Emergencias, capacitadas para realizar un Soporte Vital Avanzado: un equipo de alto rendimiento con ruedas, compuesto por médicos, enfermeros y técnicos en emergencias sanitarias.

Tenemos bien identificado al responsable de equipo. Suele ser el médico, pero si la unidad carece de este profesional, por tratarse de un Soporte Vital Avanzado Enfermero, será ese enfermero quien se erija en director de orquesta. También se puede desarrollar un liderazgo compartido o cambiante dentro de un mismo aviso. Aquel que domina la técnica que permita alcanzar el objetivo debiera dirigir.

El líder se suele colocar físicamente a la cabecera del paciente, obteniendo así una visión global de lo que sucede en cada momento. Dirige no sólo con información que él recaba, sino en función de los datos que en tiempo real le aporta el resto de compañeros. Toma decisiones rápidas basadas en esa mezcla de datos, que ha de ser capaz de procesar y analizar con precisión, para llegar a un diagnóstico y el tratamiento en minutos. No es tarea fácil, sobre todo si tenemos en cuenta que ese trabajo se realiza fuera de un centro sanitario donde la ayuda de un colega puede aclarar dudas. A este inconveniente habría que añadir que no pocas veces nuestro entorno laboral se torna abiertamente hostil, incluso físicamente. ¿Te imaginas trabajar entre cristales, barro, aceite, hierro retorcido, tumbado bajo un coche volcado, con varios jóvenes ebrios dándote gritos, empujones e incluso insultándote o amenazándote? Pues esa es con más frecuencia de la deseada nuestra oficina.

Clima laboral extremo
Nuestro clima laboral es especial. 24 horas de convivencia cada equis días une, y mucho. Ese entorno informal pone en evidencia fortalezas y debilidades de todos y cada uno de nosotros. Esas “actividades outdoor de lo cotidiano” sin duda fortalecen las relaciones dentro del equipo.

Nuestra comunicación también es especial. La síntesis del lenguaje toma relevancia, domina el lenguaje no verbal; un gesto, una mirada, una señal en ese entorno poco controlado dice mucho, dice todo. No faltan ejemplos de trabajo en equipo donde tanta palabra distorsiona el mensaje.

Imagen obtenida en albertols.com

La ejecución de la tarea ha de ser excelente en todas y cada una de las pequeñas acciones. La conducción del vehículo adquiere tanta importancia como una acertada intubación. Ha de haber confianza absoluta en que la ejecución del resto es la correcta, no hay tiempo para segundas comprobaciones. Todos sabemos que un solo dato podría implicar la toma de una decisión que llevaría a un diagnóstico y tratamiento acertado o erróneo, vida o muerte.

Suma de cerebros
Por encima de mi criterio personal e incluso profesional, prima la visión global del trabajo en equipo, la certeza de que juntos hacemos algo infinitamente más grande que por separado. Ningún paciente tiene tiempo para el juego de egos. En nuestro caso, el objetivo está perfectamente delimitado y es entendido por todos sin peros: la vida de una persona está en juego y no hay objetivo superior que valga. Aquí radica la esencia de nuestro trabajo; mi labor individual, aun entendiéndola como vital, nunca alcanzará el objetivo que sí está al alcance del conjunto de miembros del equipo.

Ayuda y mucho tener una visión transversal del conocimiento. Cada cual conoce perfectamente sus funciones y área de trabajo, al tiempo que tiene conocimientos de las parcelas que dominan los otros componentes. Esto no quiere decir que un enfermero trabajando con un médico tome decisiones que no son de su competencia, pero sí puede aportar esa información clave para dar con el diagnóstico que se le resiste al médico. Del mismo modo, un médico puede canalizar aquella vía venosa que le fue imposible al enfermero.

En nuestro caso, contra lo que recogen todos los manuales de management, fallar no está permitido. Salimos a ganar, y la forma de minimizar ese error viene dada por la puesta en acción de protocolos, sin dejar nunca de ensayar, ensayar y vuelta a ensayar. Invertir tiempo y dinero en protocolizar procesos ayudará al éxito.

No hay lugar al fallo. La realidad es la que manda, y más cuando se pelea contra la que nunca pierde. Cuando la situación desborda al marco del protocolo se ha de permitir que el talento fluya en todas direcciones, también de abajo hacia arriba. La creatividad que dé solución a un problema puede surgir en cualquier eslabón de la cadena, de ahí que el líder deba ser permeable a esas sugerencias. Antes que fallar debemos fomentar que la innovación pase por encima de los egos. Y lo hacemos.

En busca de la excelencia
Buscando la excelencia llegamos a la medición y evaluación de lo ejecutado. No hay otra forma de alcanzar el fallo cero. Camino de vuelta a nuestro centro base, o bien en torno a un café, surge el análisis técnico, por sistema. Salen a relucir fallos y soluciones, enriqueciendo así la parte no formal, e incluso formal, de un protocolo. En mi experiencia profesional dentro de otros ámbitos empresariales no sanitarios, es justo aquí donde falla la organización. Protocolo, medición y evaluación se hacen imprescindibles si queremos alcanzar la tan deseada excelencia.

No vale con desearlo y plasmarlo negro sobre blanco en grandes carteles que reflejan nuestros valores, misión y visión. Somos pasión, vocación y talento puestos en acción. Una acción en minutos que puede llevar a la vida o la muerte requiere concentración plena, sin perder ni un solo detalle de lo que sucede a nuestro alrededor. Cualquier dato puede ser el definitivo para entender lo que le sucedió a aquel hombre inconsciente. Esa vida en nuestras manos se convierte, por unos minutos, en nuestra vida.

Sentir la vida de la empresa, estar comprometido con ella y llevar su ADN es, en nuestro caso, literal: la sangre de nuestra empresa mil veces empapa nuestras manos. No entiendo otro ejemplo donde implicación y compromiso adquieran una dimensión similar.

 

Alberto Luque Siles busca editor para su primer libro: ‘Batallas de una ambulancia’.

Alberto Luque Siles (en Twitter, @AlbertoLuque5 ) es enfermero de emergencias del 112 Castilla-La Mancha. Luque, que publica un blog desde 2016, está a punto de terminar el libro Batallas de una ambulancia, una obra literaria para la que está buscando editor, donde ha recabado interesantes momentos de su experiencia profesional y vital.

 

 

 

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