Puigdemont y su propio rabo

01/02/2018

Luis Díez.

Con Puigdemont se verifica la fábula del canelo que daba vueltas y vueltas intentando atrapar su rabo. Sus mensajes telefónicos a los exconsellers y compañeros de fuga hicieron creer a Rajoy y sus subordinados que el inquieto semoviente caía rendido. ¡Guau! Ladraron de alegría, festejando el acierto de impedir (vía preventiva a través del Tribunal Constitucional) la investidura por poderes y control remoto del personaje que no se peina.

No se necesita la astucia de Sun Tzu para hacer creer al enemigo lo que quieres que crea, en este caso, su victoria, algo que el adversario siempre está dispuesto a creer. En cambio, se requiere una gran dosis de insolencia política para desconfiar de una manera tan torpe y descarada de los correligionarios del partido y los aliados de ERC y la CUP. Eso sin contar la burla a los catalanes y al conjunto de los españoles deseosos de que la gobernación de la autonomía catalana se resuelva del mejor modo para todos después de las elecciones de hace un mes.

Como si los ciudadanos fuéramos un rebaño de gilipollas, el presidenciable catalán huido de la justicia y residente en Bruselas, un personaje que no concede entrevistas a los medios de comunicación españoles, emite unos mensajes telefónicos a sus compañeros de fuga, reconociendo que «el plan de Moncloa triunfa», que «esto se ha terminado», que «los nuestros nos han sacrificado. Al menos a mí. Vosotros seréis consellers (espero y deseo), pero yo ya estoy sacrificado tal y como sugería Tardà».

Los mensajes telefónicos son recibidos por el exconseller Antoni Comín, que participa en Lovaina en un acto universitario al que iba a acudir el investible y no ha ido para estar pendiente de lo suyo. Y puesto que los mensajes son privados, ese Comín los protege con tanto celo y entusiasmo con los cinco dedos de su mano que la cámara de un gran reportero de Tele 5 (una televisora española, qué horror) los filma íntegros, de arriba abajo, incluido el chirimbolo (la cabeza hueca) del remitente Puigdemont, para que no haya duda.

El montaje es tan burdo como eficaz. ¡Exclusiva mundial, señoras y señores! El perro que daba vueltas para atrapar su rabo se ha cansado, ha caído derrotado. El Parlament asume el mandato del Constitucional y aplaza la investidura. El alto tribunal ha aplicado el sentido común que indica que una persona no puede presidir la comunidad de vecinos cuando no acepta los cimientos ni renuncia a prender la mecha de las cargas para dinamitar el edificio. El sentido común ha prevalecido, Puigdemont está desolado, se siente periclitado. Albricias sean dadas a Rajoy y al Constitucional. Gracias Ana Rosa por la información y por haber escrito El Quijote.

Un cronista parlamentario debería estar centrado en el relato de las dificultades del ministro de Hacienda, Cristobal Montoro, para salir de ese circunloquio con tono infantil (y burlesco para la oposición) en el que permanece estancado, incumpliendo el compromiso de abordar en enero (¿Donde quedó enero?) el sistema de financiación autonómica y local. Incluso tendría que prestar atención a las comparecencias para una reforma constitucional del Estado de las Autonomías que ni el PP quiere ni C’s desea ni Podemos acepta porque lo suyo, lo de todos ellos, sigue siendo socavar al PSOE.

Pero a falta de pleno porque sus señorías siguen de vacaciones oficiales de Navidad hasta el 6 de febrero, el lector entenderá que la fabulosa fábula del perro del hortelano sea más entretenida para gobernantes y opositores que la referida a sus obligaciones. Si lo que buscaba Puigdemont con sus ardides telefónicos era la certidumbre del apoyo de los suyos como candidato, ya le han dicho que sí, que la siguen apoyando hasta el final de la fábula. Lo malo para el canelo es el final: llega el momento que, en efecto, se cansa de perseguir a su rabo, se tumba y en esas lo descubre y le hinca el diente. Y al sentir el dolor exclama: «No era tan divertido».

¿Te ha parecido interesante?

(+3 puntos, 3 votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.