Astros de un mundo completo

16/02/2018

Miguel Ángel Valero. Javier Lostalé hace en "Cielo" "un ajuste de cuentas del autor consigo mismo", pero también hay que leer esos versos "como las palabras que forman un testamento".

Comienza la última obra de Javier Lostalé con unos versos de Manuel Altolaguirre «cielo interior en que guardo/astros de un mundo completo». Antes de entrar en materia, el gran divulgador de la poesía en Radio Nacional de España explica que «Cielo» (colección Vandalia, de la Fundación José Manuel Lara) demuestra «cómo el poema cobra una vida autónoma», en la que «el pensamiento llega a tocar lo que nombra abriéndolo».

Lostalé predica con el ejemplo y en estas poco más de ochenta densas páginas de poesía. Y pese a reconocer que «todo poema es siempre una tentativa», y que el amor, sobre todo el desamor, es la «columna vertebral» de su poesía, sus versos logran un radical despojamiento: «desvanece la figura de lo amado  hasta hacer de la soledad, de la memoria, y del dolor la habitación más honda de un cuerpo».

El lector puede cometer el gran error de despreciar un libro con tan pocas páginas, porque en «Cielo», que forma con «Tormenta transparente» y «El pulso de las nubes» una trilogía  hay mucha, y muy buena poesía. Versos que hay que leer varias veces para poder saborear algo de su mensaje. Y poemas ciertamente muy logrados, como «Quien ama».

Lostalé se mira en el espejo de los años y recuerda, con un lenguaje denso, tenso pero bello, a aquel que ya no está. Lo hace desde el despojamiento, desde la concisión, con un lenguaje «lo más desnudo y sintético posible».

Habla en «Cielo» del amor/desamor, de la muerte, del tiempo, de la soledad, utilizando elementos emocionales, sensoriales y reflexivos, para hacer un auténtica indagación «sobre el acto de existir».

También proclama que «el poeta es siempre único en su creación, aunque no pueda aislarse de su contexto histórico y personal, el potea verdadero tiene su propia voz, y por ella debe ser reconocido».

Un acierto de la editora de «Cielo» es incluir el epílogo de Diego Doncel, «La realidad sublimada», que pone en su merecido lugar a «uno de los poetas más intensos de su generación», la de los 70 del pasado siglo. Recuerda a Víctor Hugo: un poeta es ubn mundo encerrado en un hombre. Y aconseja leer los poemas de Javier Lostalé «como un ajuste de cuentas del autor consigo mismo, otras como las palabras que forman un testamento».

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