Rivera hace la goma a Rajoy

14/02/2018

Luis Díez.

Mariano Rajoy se ha dormido en los laureles. Su gregario, Albert Rivera, está a punto de dejarle descolgado de cuatro pedaladas con piñón pequeño y plato grande. No se podía pedir a Contador que siguiera tirando del archidopado Armstrong por muy jefe que fuera, y tampoco se puede pedir a Mikel Landa que siga sufriendo por el inglés Froome aunque le dupliquen el sueldo. La pregunta es ¿cuánto tardará Rivera en dejar a Rajoy en la estacada? El líder del PP sufre una pájara mal disimulada, va sin resuello, sin iniciativa, como aburrido de sí mismo. Los suyos marchan detrás lastrados, como haciendo la digestión de la gran comilona de las mayorías absolutas con arbitrismos y corrupción por doquier. A falta de fibra muscular intentan defenderse imprecando a los demás.

Así, el coordinador general del PP, el zamorano Fernando Martínez Maillo, se queja de que Rivera «parece más el líder de la oposición que el socio del Gobierno». «Como siempre, Ciudadanos está tensando la cuerda excesivamente y siempre plantea escenarios de división y ruptura que no proceden en estos momentos», dijo el Día de San Valentín en los pasillos del Congreso. Les fastidia que les «hagan la goma». Lógico. La queja de Maillo vino después de que el diputado de C’s y miembro de la Mesa del Congreso, Ignacio Prendes, instara al ministro de Justicia, Rafael Catalá, a cumplir el pacto sobre la «despolitización de la Justicia» y abordar la modificación del sistema de elección de los miembros del Consejo del Poder Judicial. La negativa del PP a tocar ese tema ha llevado a C’s retirarse de la comisión de estudio de la reforma de la Justicia. Catalá imprecó a Prendes: «Vaya socios que tenemos, con los que no vamos a ninguna parte».

Previamente, el hombre de confianza de Rivera, Juan Carlos Girauta, espoleó a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría para que afronten su responsabilidad (entenderse con el PNV) en vez de culpar a C’s de la falta de acuerdo presupuestario. El PNV anunció hace meses que no respaldará el Presupuesto para este año (apoyó el de 2017) mientras el Gobierno mantenga su intervención sobre la autonomía catalana con la aplicación del 155 de la Constitución. Y Sáenz de Santamaría imprecó al de C’s por haber apoyado la derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana, entre otras cosas. Como se sabe, los de Rivera rechazaron la renovación del cupo vasco, que era la condición previa del PNV para respaldar en su caso el Presupuesto de 2018.

Rivera se siente fuerte, fue campeón de España de debates universitarios hace muchos años, es un tipo nervioso, hambriento de éxito que no acepta la modorra, el entretenimiento, el ritmo cansino al que pretende someterlo Rajoy, un viejo zorro, mientras recupera fuerzas, aunque sea con el brebaje del populismo penal. ¿Cómo fiarse de un tipo que pacta una limitación de mandato de ocho años y a la hora de la verdad está dispuesto a presentarse otra vez como candidato a la presidencia del Gobierno? ¿Qué reforma electoral se puede hacer con gente así? Vale que engañe a Pedro Sánchez sobre la reforma constitucional, que vete toda propuesta de avance social de los socialistas y de Unidos Podemos, que deje esquelético el sistema de dependencia y convierta el de pensiones en una máscara asistencial. Después de todo, eso es liberalismo, ley del mercado, y el que no trabaje que no coma y el que trabaje que coma poco. Pero lo otro, lo que le importa a Rivera (y a los políticos en general) es competición.

Y en esta competición, el líder del equipo naranja, jaleado por el público (esas herramientas de propaganda para influir en el electorado, llamadas encuestas), parece dispuesto a seguir pedaleando, sumando tiempo y poniendo tierra de por medio respecto al de Pontevedra. Si los más animosos (y ambiciosos) de los azules quieren seguirlo, en su derecho están de colocarse a rueda y hacer la goma al viejo zorro desfondado, a cuyos bujes ya se suben los caracoles. Nada y menos del pacto de investidura de Rajoy, con Rivera de gregario, se está cumpliendo. Y lo aprobado (la ley de los autónomos) no se aplica. La pájara gubernamental es pajarona, parece catedralicia. Los bidones de agua y zumo o las barritas energéticas que puedan aportar los del PSOE se los restan a sí mismos y serán envenenadas para las derechas. En esta tesitura ya se oye decir a los marianistas en el Patio del Madroño (entre las verjas del Congreso) que así no hay quien aguante encima de la bicicleta y que la legislatura durará poco. La duda es si las generales serán antes o al mismo tiempo que las autonómicas y municipales. «Cosas veredes», amigo Sancho.

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