Gerard Piqué acaba de sorprender a muchos cuando una de sus empresas -Kosmos- acaba de anunciar una inversión millonaria -casi 3.000 millones de dólares- para modernizar la tenística Copa Davis. El central del Barça ya era conocido por sus negocios en el sector de videojuegos, no lo era tanto por sus estudios en Esade y sus masters en la Universidad de Harvard. Sus negocios funcionan tanto que sus emolumentos como jugador blaugrana pueden ser sólo un sobresueldo.

Sería bueno que su ejemplo fuera imitado por los varios centenares de jugadores que se ganan la vida en el deporte. La vida activa de un profesional es corta y en compensación las fichas de muchos acostumbran a ser apetitosas incluso en clubs de los llamados modestos. No es extraño ver a estos deportistas lucir coches de alta gama con lo que se presupone que en otras actividades su tren de vida también es alto. En cambio son pocos -ahora algunos más- que al margen de su actividad deportiva dedican parte de su tiempo libre en formarse, en aprender la manera de vivir cuando con treinta y pocos años les jubilen. Los años pasan y esta situación les llega inevitablemente.

Son muchos los ejemplos de conocidos deportistas que en su época activa ganaron mucho dinero y que una vez retirados tienen una vida muy dura. No estaría de más que a los jóvenes -muchos casi niños- que ahora tienen éxito no sólo se les entrenara para meter goles si no que también se les impulsara a que estudiaran para asegurarse el futuro.

Gerard Piqué -como algunos otros- tendría que ser un ejemplo para los muchos que pueden acabar siendo juguetes rotos.