‘El caballero de Olmedo’: Difícil mezcla

16/03/2018

Luis M. del Amo. Eduardo Vasco vuelve a la Comedia con una versión de la singular tragicomedia de Lope.

Eduardo Vasco, antiguo director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, ha vuelto al Teatro de la Comedia con El caballero de Olmedo, una tragicomedia escrita por Lope de Vega, cuya doble naturaleza – cómica y trágica – la dota de una singular dificultad en la puesta en escena.

Planteada en tres actos, la obra representa los trabajos de su protagonista, Don Alonso, por ganar el corazón de la bella Inés, hija de un notable de Medina. Un objetivo para el cual el caballero de Olmedo contrata los servicios de la celestina Fabia, y cuya consecución desencadenará la venganza del celoso Don Rodrigo.

El asunto, que recoge temas como la envidia y el odio al forastero, se estructura en tres actos; cómicos, los dos primeros; completamente trágico, el tercero. Algo que, a la postre, constituye su mayor dificultad, como veremos.

Lucida escenografía

Para llevar a cabo su puesta en escena, Vasco se vale por un lado de una escenografía muy lucida, así como de un acertado vestuario, a cargo del famoso Lorenzo Caprile.

La escenografía, un gigantesco panel central giratorio y tres o cuatro elementos móviles, agiliza los cambios de escena, y, combinada con la luz, ofrece la posibilidad de proyectar expresivas sombras sobre esa pantalla central. Mientras que los elementos auxiliares adoptan la forma de una reja, de un podio, o lo que sea menester.

A esta acertada escenografía se une el vestuario del televisivo Caprile, que bucea, sin abuso de aderezos, en la época áurea, con logrados trajes femeninos, no solo los de las jóvenes; y vistosos atuendos masculinos, como el del protagonista Don Alonso, tocado de espectacular sombrero; o el del rey, muy bien iluminado además, durante una mayestática aparición final.

Sin embargo, a pesar de estos aciertos, y de una buena interpretación – donde destacan Daniel Albadelajo, Arturo Querejeta y Charo Amador –, en su conjunto la obra no logra enamorar. Y ello es debido en mi opinión a su principal defecto, como es la frágil interpretación de ciertos pasajes.

Nos referimos en particular a algunos fragmentos donde los actores debieran elevar al carga dramática, y poner toda la carne en el asador, singularmente en la última escena de la pareja protagonista.

En cambio, muy acertado en este sentido es el monólogo del caballero, en esa parte final, donde se hace consciente de su trágico fin.

En resumen, una meritoria puesta en escena del clásico de Lope, cuya doble naturaleza plantea problemas de complicada resolución.

Recomendable.

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